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Ámbar.

Un sólo llamado me basta para abrir los ojos y hacer que la chica quite su mano de mi hombro. Se aleja un paso después y yo sin mirarla pestañeo, tomo aire y me concentro en que la pesadez que tengo en pecho no me controle.

«Puedo con esto» me repito para pasar el nudo en la garganta, y el que siento gigante en el estómago.

—Disculpe señorita.—murmura la azafata a la que sigo sin mirar.—Es que ya estamos por aterrizar.

Asiento sintiendo que los ojos se me llenan de lágrimas, así que vuelvo a tomar aire, esta vez poniendo mis manos en mi vientre para no olvidar lo importante, porqué siento que me espera una fuerte y desastroza tormenta.

Con las manos hechas puños me quito las lágrimas de la cara y vuelvo a tomar aire «Siento que justo debajo de mi corazón hay un hueco profundo y vacío, que incluso duele» Duele de lo vacío que se encuentra, y porqué está hecho de culpa.

De culpa y recuerdos que durante el viaje han divagado por mi mente hasta cuando sin darme cuenta, me quedé dormida.

Me muevo de forma automática queriendo sentir menos, pensar menos y alterarme menos, porqué aunque parece que el mundo se viene abajo, sigo teniendo razones muy fuertes para mantenerme en pie. Mil putas razones por las que no puedo dejar que los escombros me aplasten a mí.

Me he limitado hasta el llanto porqué no pienso perder más.

Y es lo que me repito hasta el cansancio en todo lo que queda de vuelo, y en todo lo que se demora el taxi en llegar a la pista. Me lo repito mientras me veo atrapada en el tráfico de la ciudad y hasta cuando el chófer me habla preguntando algo más sobre la dirección.

Sigo sintiendo que mi corazón no está funcionando bien, que se detiene de apoco, y cuando vuelve a latir lo hace tan lento que debo esforzarme por tomar aire... La verdad es que tengo miedo, no sé cómo hacerle frente a esto.

No sé...

Bajo la mirada cuando el vehículo pasa de largo por el frente del edificio clínico y mis ojos vuelve a nublarse, sin embargo no abro la boca para pedirle al chófer que se detenga; mi destino está a tres minutos más adelante, en la casa que por toda esta mierda ya sólo me causa un sentimiento agrio y perturbador.

El taxi se detiene y yo vuelvo a contener el aire sabiendo que no será fácil esto. Pero aún así bajo al mismo tiempo que el chófer se acerca a la cajuela, y al verme salir, uno de los escoltas en la puerta de la casa se acarca para recibir la única maleta que traje.

—Señora Webster.—saluda con un asentimiento y ni siquiera que me quedo a contradecirle por como me llama.

Sólo avanzo y vuelvo a tomar aire porqué sintiendo que voy de frente contra todo, el miedo me asoma las lágrimas una vez más. Pero no puedo... No puedo darme la vuelta y huirle a esto y mucho menos puedo hacerle frente entre llanto, así que vuelvo a limpiarme sin darle tiempo a las lágrimas de salir.

Subiendo las escaleras del pórtico me mentalizo sabiendo a lo que vine, y antes de que pueda tocar la puerta esta se abre para mí y Hansel me abraza sin darme aunque sea un segundo para mirarle la cara. En sus brazos me siento igual de pequeña que siempre pero el cansancio que desprende el sólo acto, me hace entender que esta vez es él quien necesita refugio.

Y eso me parte el corazón.

Aprieto los labios para no sollozar, pero esta vez suelto las lágrimas que tanto me había esforzado por no dejar salir. Rodeo su espalda también acariciando castamente, y aunque no dice ni hace nada más, se queda en mis brazos varios segundos sin deshacer la fuerza con la que rodea la parte superior de mis brazos con los suyos.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora