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Julio, 06


Ámbar.


Cierro los ojos exhalando el aire con calma al seguir sintiendo los dedos que se mueven en mi cabeza, en lo que el torso que tengo bajo la cabeza sube y baja con lentitud. El silencio es analítico y lo dejo estar porqué es el de alguién que procesa y organiza en su mente el bombardeo de información que se le acaba de dar. Abro los ojos con la nariz impregnada del perfume masculino que sale del de traje del hombre que inclina su cabeza sólo para besar la mía, haciéndome sonreír.

—¿Que tanto piensas?—murmuro bajito y suelta aire ruidosamente.

—En dos cosas para ser sincero.—me dice y por su tono juguetón y despreocupado río un poco.—Primero estoy evaluando mentalmente las posibilidades que tengo de salir ileso de aquí en caso de que se presente una situación; es que me inquieta esa puerta abierta.—elevo mi risa dando un vistazo al pasillo que vislumbro através de la puerta abierta de mi habitación, y sé que lo dice por lo que le acabo de contar sobre lo sucedido esta mañana.

—¿Y que hay de lo segundo?—inquiero volviendo a cerrar los ojos con sus caricias.

—Que pienso que sería una buena idea decir que son míos.—Asegura y mi risa se eleva más.—Es en serio—rie también.—Mi familia lo entendería, mandaríamos esos problemas—enfatiza y ruedo los ojos—Al demonio y todos seríamos felices por siempre.

Me incorporo en la cama, sentandome para mirar el par de ojos preciosos que siempre me han gustado toda la vida, en lo que él me sonríe divertido con la cabeza recostada del espaldar de mi cama con una pierna fuera y vistiendo un fino traje gris.

Ladea la cabeza mirándome con suspicacia y niego tirandome nuevamente a su lado, pero con la cabeza esta vez entre sus costillas. Él ríe y su mano se estira hasta mi vientre bajo la camisa ancha de pijama.

—Suena un estupendo plan, ahora que lo pienso.—murmuro enternecida y se encoje de hombros.

—Admitelo, sería la típica historia cliché del par de mejores amigos que crecieron juntos y se amaron siempre, pero que por culpa del destino hijo de puta con cabellos rubios y ojos azules, no pudieron estar juntos. Cada cual hizo su vida lejos del otro—río con la voz dramatizada que usa para narrar.—se casaron con otras personas, tuvieron hijos, pero al final, nuestros protagonistas se reencontraron, se amaron más, y siendo unos adultos le dieron rienda suelta a su amor, sin embargo temían herir a las personas con las que habían formado una familia, así que tuvieron su relación en secreto hasta que el embarazo los delató y decidieron darse una oportunidad dejando todo de lado.

Río cerrando los ojos y queriendo que el dolor de cabeza se vaya pronto.

—No me jodas Cam—me quejo abriendo los ojos para mirar el techo.—¿Por qué no llegaste antes de admitirles que cualquiera de los dos era el padre?

Se ríe conmigo y nuevamente regresa sus dedos a mi cabeza.

—No me culpes a mí sí ha sido tu culpa.—acusa juguetón.—De avisar de tu embarazo como las personas normales en lugar de huir por medio mes hubieramos hecho de esto un plan perfecto para quitarte de encima al idiota y al imbécil.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora