«te necesito»

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—Eres tan sexy—habló la castaña con la cabeza en su pecho, buscando su mirada—. Aunque tus ojos me dan un poco de miedo.

—Lo sé—se limitó a responder el rizado, obsequiandole media sonrisa.

—Yo creo que tiene bonitos ojos. Distintos, exóticos, pero bonitos—halagó el pelinegro, dándole un beso en los labios.

Demian yacía sobre su cama, con una hermosa y curvilínea castaña a su izquierda y un guapo pelinegro a su derecha.

—Ahora... Necesito descansar—comentó levantándose de la cama y observando a los muchachos con impaciencia. Se puso una camiseta negra y la ropa interior y se cruzó de brazos, esperando que entendieran a lo que se refería.

—¿Nos estás echando en medio de la madrugada?—preguntó ella indignada.

—Es justamente lo que hago. Tomen sus cosas y márchense. De inmediato.

Eva y Taylor intercambiaron miradas perturbadas. No podían creerlo. Eran amigos de Logan; los habían presentado en la fiesta, ¡acababan de tener sexo!

—Esto es increíble—se quejó él, poniéndose el pantalón y buscando su camisa—. Son casi las tres de la mañana.

—Yo que ustedes me iría cuanto antes. No querrán estar aquí en... ¿media hora quizás?—Demian sonrió con malicia.

No hizo falta que dijera nada más. Entre la penumbra en la habitación y el tarareo impasible del rizado, los muchachos se vistieron. Cuando llegaron a la puerta, antes incluso de que el pelinegro tocara la perilla Demian chisto.

—¿Qué creen que hacen?

—Largarnos—respondió obvio, con enojo en la voz.

Demian se acercó a él y le acomodó el cuello de la camisa blanca.

—Cariño, te irás por donde viniste. Y tu también, linda—les aclaró, con la voz aterciopelada.

—¿Harás que salgamos por la ventana?—preguntó Eva, enfadada.

—Pues no te molestó demasiado cuando me pedías que te follora, ¿no es así? Creo que podrás salir por ahí. Vamos. Quiero dormir.

Dijeron algo por lo bajo, pero Demian no les prestó atención. Estaba exhausto, y tenía una charla pendiente aún.

Ni bien salieron cerró la ventana y se dirigió al baño. Mojó su rostro con abundante agua y cepilló sus dientes. Mientras observaba su reflejo en el espejo, sonrió.

—Eres un mirón. No sabía que tuvieras permitido presenciar escenas porno—bromeó, desviando su mirada al rincón menos iluminado de su habitación—. Vamos, Ezra... Puedo olerte a kilómetros de distancia y tú insistes en esconderte de mí—salió del baño, dejando la luz encendida y se apoyó en el umbral—. ¿O es que no quieres hablar conmigo?

Guardó silencio unos minutos, aunque se sintió como una eternidad. Nuevamente arrastró los pies hasta la cama y se sentó en ella.

—Apesta aquí. Diablos, estoy sudado y es muy tarde para darme una ducha. ¿Mi hedor llega hasta allí?

—Lo hace—habló la dulce voz desde el rincón, y el rizado sonrió.

—¿Ves? Yo siempre sé cuando estás cerca—entorno los ojos y lo vió de pie, con su polera blanca y pantalón beige—. Ven, acuéstate conmigo—pidió, mostrándole sus hoyuelos, alborotando sus rizos.

El ángel dudó por un instante. Estaba ahí por... Ya ni quiera lo sabía. Solo sabía que necesitaba verlo, y que no le gustaba lo que estaba haciendo últimamente. Menos si lo que hacia incluía a dos hermosos chicos.

AntichristDove le storie prendono vita. Scoprilo ora