«los señores Smith»

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Demian observaba dormir a Ezra durante la madrugada, preguntándose cómo podía existir un ser tan puro y precioso, incuestionablemente delicado y perfecto. Y como él, siendo quién era, tenía permitido gozar de su cuerpo, corromper su alma con cada día que transcurría.

Lo cierto era que la cama matrimonial se había vuelto infinitamente grande para los amantes que después de una noche problemática solo querían acurrucarse hasta que los problemas desaparecieran; pero no lo harían, no, y ahora que Demian podía apreciar sus largas pestañas y las galaxias ocultas tras sus párpados sin que el demonio se sintiera incómodo y preguntara el porqué de su acción, comenzaba a plantearse qué ocurriría ahora.

Se reconocía a si mismo como el mayor problema de la humanidad, y a sus impulsos como los culpables de sus tragedias. Pero Ezra no era una tragedia, era, más bien, la mejor tentación que hubieran podido poner en su camino.

¿A quién diablos quiero engañar, eh?, se cuestionó, cerrando los ojos y acercándose aún más al cuerpo afiebrado del castaño. ¿Por qué demonios tengo que hacerte tanto daño sin quererlo realmente? Lo lamento tanto...

Antes de que pudiera colocar sus largos dedos en el rostro del contrario, golpearon la puerta. Maldijo en voz baja al verlo removerse en la cama, dándole la espalda y tapándose mejor con las sábanas blancas.

—Demian, la puerta—informó somnoliento, sin siquiera abrir un ojo.

—Tú puedes dormir un poco más, nos espera un largo día...—fue todo lo que dijo antes de ponerse de pie y buscar la bata para salir al encuentro de su visitante.

Se encontraba, de igual manera, demasiado emocionado. La charla con Summer y la provocación de su amante habían resultado más que reveladoras. Ahora sabía exactamente qué debía hacer para apaciguar al demonio, y su hermana, que frente en el pasillo se mantenía con su hermoso traje de dos piezas negro, también parecía feliz.

—¿Qué? No eres el único que se divierte por las noches—se excusó de inmediato al sentir la mirada pícara del rizado viajar por su rostro.

—Yo también estoy feliz de volver a verte, Gala.

Y se produjo un fuerte abrazo que los dejó unidos por unos segundos; segundos en los que la pelinegra acariciaba su espalda y él apretaba su cintura, inspirando fuerte el aroma de su cabello.

Cuando se separaron, Demian giró para cerrar la puerta a su espalda y tomó la mano de su hermana para dirigirla por el pasillo hacía las escaleras. Tenía tanto que hablar con ella, tantos planes que debían trazar. Necesitaba que todo fuera perfecto.

—Ahora más que nunca pienso que haber hecho inmortal a ese maldito gato fue un problema. Nick lo lleva de un lado a otro, ¿sabes? Creo que lo traumaste cuando era niño.

Seguía siendo la misma, con problemas insignificantes y reproches absurdos. Muy seguramente se había topado con él mientras alimentaba al animal y le hablaba con si fuera un bebé, y eso bastaba para que se burlara y recibiera una mirada cargada de odio por parte del ahora castaño muchacho.

Nick vivía junto a Demian y Ezra, así como también lo hacía Logan; resulta que tras su llegada a Londres, después de explicar detalladamente cada momento de su vida, lo que debía de hacer y quién era realmente, les había asegurado que los quería cerca. Y así fue como, con un gato gordo y negro entre sus brazos compró a Nick que no se mantuvo escéptico hasta ver la mancha blanca en su pata trasera y las cicatrices en su estómago. Logan, por el contrario, no había necesitado prueba alguna, porque siempre había sospechado que su amigo era distinto al resto, que estaba destinado a grandes cosas, y saber que tenía razón simplemente lo hacía sentirse suficiente.

AntichristWo Geschichten leben. Entdecke jetzt