«por los siglos de los siglos»

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El sol sobre su coronilla ardía, y a cada paso que daba, sus pies dolían más y más. Tosió, sintiendo la garganta seca y quitó con sus dedos unos mechones sudados de la frente. Pronto anochecería, y sabía que no debía estar ahí.

El desierto no era el lugar indicado para quién pronto sería padre; más bien, debería estar junto a su marido, acariciando su mano y besando su sien, prometiéndole que todo estaría bien. Pero, ¿realmente lo estaría?

Después de la liberación del inframundo en la tierra de los mortales, había permitido a Dios que se llevara a los puros y creyentes como compensación por los daños causados, porque después de todo, había sido una batalla ganada, y que el Cielo le mostrara una bandera blanca en señal de rendición ya era demasiado. Los demás, se quedaron sin suministros ni medios de comunicación, envueltos en la oscuridad eterna y el asedio de los demonios.

Demian era feliz junto a Ezra. Amaba despertar cada mañana a su lado, tocar la barriga que no hacía más que crecer, hablarle a su hija nonata.

Una semana antes de que partiera rumbo al desierto con la excusa de "despejar su mente y purificar su alma", había elegido el nombre de la niña.

—Circe—pidió Ezra—. Tiene mucha historia, fue una hechicera...

—No me gusta, es feo—criticó el rizado acomodándose mejor en la cama.

—Tú también lo eres—arremetió el ojiazul, con una mueca de disgusto—. Podría ser Harper, o Jennifer, ¿qué te parece?

—Nombres aburridos.

Lo vio cruzarse de brazos y formar una trompita con sus labios. De inmediato el rizado lo atrajo hasta él y desperdigo besos en su mejilla.

—Vamos...

—No. Nada de lo que digo te gusta, ¡estas conmigo en esto, vamos, haz lo tuyo!—chilló dramáticamente mientras se apartaba.

—Sé que son las hormonas las que hablan por ti ahora y...—cuándo lo fulminó con la mirada, su sonrisa se ensanchó aún más—. Sé qué nombre puede gustarte, aunque también sea simple, demasiado considerando quién será su padre.

—¿Y yo qué seré?—consultó manteniendo el ceño fruncido.

—Serás su ángel—se limitó a responder y él rodó los ojos—. Eso lo veremos después. Ven, te diré qué nombre es—intentó acercarse a su oído y Ezra lo observó divertido.

—¿Qué estás haciendo?, estamos solos, nadie nos oirá.

—Shh, no quiero que ella lo sepa aún. Será nuestro último secreto—habló, frotando la piel suave de su abdomen y rosando con sus labios el cartílago del oído izquierdo.

Después de oírlo, Ezra sonrió y lo miró con ojos de cachorrito emocionado.

—Me encanta. Es perfecto.

—No tanto como yo.

—Cállate.

Pero, con la puesta de sol y la enorme luna rojiza sobre su cabeza, todo volvía a él. Y a pesar de estar feliz porque su hija nacería esa noche, tenía miedo por la supuesta profecía que giraba en torno a ella.

Será malvada, no importa cuánto se esfuerce Ezra por cambiarla, lo será. Está destinada a grandes cosas, hijo mío; que su belleza y presunta inocencia no te conmuevan, tiene un alma vieja, creada en las llamas eternas del infierno. Tendrás que perder dones para obsequiárselos a ella, y deberás entrenarla porque querrán hacerle daño. Escúchame bien, y resuelve por tu cuenta si realmente vale la pena el riesgo... esa niña, ella te destronará. Te asesinará a sangre fría y se quedará con tu lugar, y hará mucho más daño que tú.

AntichristWhere stories live. Discover now