«nuestro pequeño secreto»

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Nunca pensó que saldría tan bien. Jamás creyó que su primo fuera tan estúpido como para enfrentarlo, para reaccionar ante sus constantes insinuaciones. Pero así era...

—Si vuelves a decir algo así en casa yo...—comenzó, jalando el cuello de su camisa, teniendo su rostro a centímetros del ojiverde, que sonreía burlesco.

Sabía que para el primer timbre estaría cansado de oír su voz rasposa repetir lo mismo. Gay. Lo estaba atormentando y lo esperaba en el baño de hombres para continuar con la guerra de miradas que había tenido durante la clase anterior.

—¿Que harás, Simon? ¿Vas a mandar a Jonas Müller a golpearme? No creo que te convenga—su sonrisa se hizo aún más grande al ver como abría los ojos como plato—. Oh, si, sé de ustedes dos, y de su sucio jueguito en el bosque—se zafó de su agarre y se arregló el uniforme mientras su primo se mantenía estático en su lugar, como si fuera una estatua.

—No... No sabes nada—murmuró, mirándolo con terror.

Demian se apoyó en el lavamanos de marmol blanco, sintiéndose un triunfador.

—Lo sé todo, primo. Como, por ejemplo, que te gusta desde la primaria, y que lo golpeaste cuando el año pasado se te insinuó en el bosque. Sé que desde entonces te ocultas en aquel lugar y lo besas, y lo tocas y... El resto creo que ya lo sabes, ¿no es así?—vió al castaño endurecer sus facciones y cómo sus puños se volvían más blancos. Estaba furioso, porque realmente lo sabía todo.

—No sabes una mierda, rarito. Y si le dices estas estupideces a alguien más, me las vas a pagar. Hasta que termine el año no vas a tener un día tranquilo. Voy a enviar a mis amigos a que te pateen el...

—Yo que tú no hablaría así—las luces  se apagaron y un ruido secó se oyó. Cuando volvieron a encenderse Demian se encontraba a centímetros del muchacho, que era tan alto como él pero con una musculatura menos desarrollada—. Mira, Simon, yo no te agrado a ti, ni tu a mí. Después de todo, eres un imbécil, y un cobarde—quiso hablar nuevamente, con el ceño fruncido y el ojiverde le tapó la boca con una mano, usando toda la fuerza de su cuerpo para estampar su nuca contra la pared—. Escúchame, idiota, vas a comenzar a respetarme, a tratarme como lo que soy: tu maldito superior—lo sintió temblar y sonrió, con los ojos aún sombríos y la ira brotando por cada poro de su piel—. Por que sí, tu hermanito no se equivoca, Simon, soy una mierda y si quiero puedo destruirte a ti y a tu noviecito—lo empujó una vez más, haciendo que cayera al frío suelo y antes de salir le dedicó una nueva mirada cargada de odio—¡y diles a tus amigos que dejen de fastidiarme, porque haré que se arrepientan!

† † †

Su cuerpo ardía. Se encontraba encolerizado, aterrorizado.

Había mantenido aquella relación en secreto durante un año; su maldito primo no podía llegar al pueblo y en tan poco tiempo haberlo descubierto por sí mismo, alguien tenía que haberle dicho algo.

Su familia era orgullosamente cercana al padre Arthur. Tenían dinero y ante los ojos de todos eran perfectos. Incluso el haber llevado a su pobre pariente huérfano a vivir con ellos los había hecho quedar bien con los habitantes de Greendale.

No podía permitir que por culpa del rizado todo lo que había construído se cayera a pedazos. Quizás la familia de Jonas era un poco más tolerante que la suya, pero aún así era un riesgo que no podían tomar.

Siguió caminando por el bosque; conocía el camino a la perfección. Cada vez que podía citaba al rubio y pasaban largos ratos juntos, mientras que incluso en la escuela eran dos perfectos desconocidos.

Tenía una reputación que mantener. Él era listo, guapo e incluso tenía una novia. No podía hacerle eso a su padre, no le daría con el gusto al bastardo de su primo.

AntichristDonde viven las historias. Descúbrelo ahora