Capítulo 22: Decide quedarte

253 34 20
                                    

La noche perdió su calidez y la temperatura bajó cerca de las 12:00 en punto.
No sabías que los departamentos del 221B no tenían una calefacción muy funcional, así que en parte te alegró haber aceptado la invitación de quedarte en casa de los chicos.
La Sra. Hudson dormía temprano y seguramente Sherlock llegaría como un búho, cerca de la madrugada. De modo que eran solamente John y tu en el departamento.

Para que no tuvieras que irte, John te prestó algo de ropa para que pudieras ponerte cómoda y no tener que dormir en el vestido ya bastante maltratado por ese día. Era bastante grande para ti, pero lograste que el suéter tejido con estampado gracioso te quedara aunque algo flojo y, como pudiste, te ajustaste a la cintura los pantalones de lana color azul.
La ropa de John olía a su colonia y a agua de baño. No pudiste evitar el impulso de acercar la tela a tu nariz para percibir mejor su olor.
Cuando saliste del baño te acongojó un sentimiento de cierta vergüenza. La ropa te quedaba demasiado grande y parecías un oso de peluche debajo de esas telas tan holgadas.
Miraste a John que estaba al pie de la cama, acomodando un par de sábanas para llevarlas hacía el sofá dónde el se quedaría, doblando y haciendo un montón a la orilla de la cama.
Te obsequio una profunda mirada, sonriente y con cierta ternura, escaneandote de arriba a abajo, algo divertido.

—No te burles— le dijiste negando con la cabeza e intentando disimular una sonrisa— ya se que me veo ridícula.

—¿Qué? Claro que no. Es solo que te ves tierna— te corrigió él, dejando de ordenar las cobijas y dando un paso hacia ti.

No dijiste nada, pero sentiste un ligero rubor cubriendo tu rostro.

—Si hubiera tenido otra ropa te la hubiera prestado pero...es lo más parecido que encontré a una pijama—continuó.

—Está bien. Si te soy honesta es muy cómoda—dijsite— además creo que tenía curiosidad de saber cómo se me vería alguno de tus suéteres. Quiero decir, es un estilo que me gusta.

John levanto una ceja con curiosidad y sonrió. Seguramente a los demás les parecería algo ridículo un gusto semejante, pero a ti realmente te gustaba .

—Vaya, pues entonces ya se que puedo regalarte para Navidad— bromeó.

Mostraste tus dientes formando una sonrisa.
Un silencio repentino lleno la estancia. Podríamos decir que ambos pensaban en que la cama era demasiado grande y espaciosa para una sola persona. Pensaste en decirle que podrías tu quedarte en el sofá pero el seguramente no aceptaría y tampoco estabas segura de si él se sentiría incómodo si... Le ofrecieras algo de compañía en el mismo sitio.
Una cosa era darse un simple y tierno beso y otra muy diferente el dormir con alguien con quién a penas estás saliendo.

—Ah... Bueno. Creo que yo me llevaré esto— Dijo John con tono inseguro, moviendo el montón de mantas y la almohada que usaría— Espero que puedas estar cómoda.— extendió su mano y te ayudo a destender la cama para que pudieras acomodarte con confianza.

Tu te sentaste al borde, a penas metiendo tus pies debajo de la cobija.
Miraste a John con los ojos bien abiertos mientras tomaba sus cosas para retirarse a la sala.

—¿No estará muy frío allá?— preguntaste mientras te cubrías las piernas.
Era cierto que, si la calefacción a penas llegaba a los cuartos, tal vez en la sala sería incluso más frío.

—Ahh, no hay problema. He dormido a la interperie, un poco de frío está bien de vez en cuando.

Te mordiste el labio pensativa. Una idea ya se estaba cocinando en tu mente pero te daba vergüenza preguntar.
John pareció notar que querías decirle algo más, pero tampoco parecía descifrar  del todo tus gestos.

“¿Que debería hacer?” Te cuestionabas “No me veré muy atrevida...¿O si?”

—Bueno... entonces, buenas noches, (Nombre)— se despidió John, con una ligera mueca nerviosa y encamino sus pasos a la puerta.

—¡E-Espera!
En un impulso te acercaste hacía el borde de la cama y alcanzaste a tomarlo por el codo.
John se detuvo, pacientemente pero sorprendido ante tu precipitación.

—¿Que pasa?— te preguntó, girandose para verte a los ojos, dejando una vez más las mantas sobre la cama.
Habías usado un tono algo firme, porque John parecía creer que algo te preocupaba.

Respiraste hondo antes de poder decir lo siguiente sin que la voz te temblase:

—Tu... Si quieres, ¿Puedes quedarte conmigo?

Las palabras salieron con la mayor confianza que pudiste forzar. La verdad era que, con todo lo que había ocurrido, tampoco te gustaría quedarte en una habitación sola, separada de John por un largo pasillo a la sala.
No solo eso, había algo más, un sentimiento que te decía que el día no podría terminar así.

John abrió los ojos como platos, levantando las cejas, algo confundido mientras poco a poco un ligero tono rojo coloraba su rostro.
Su boca se abrió ligeramente, intentando vocalizar alguna palabra.
La impresión que tuvo John se reflejaba claramente.

—¡Ahhh!¡No me refiero a que tengamos que...no me refería a hacer algo!— Dijiste negando con las palmas de las manos extendidas al frente— Yo...lo que quiero decir es que podemos solo dormír. Digo, no sé si tú te referías...quiero decir...

—Está bien— dijo John precipitadamente, interrumpiendo tú intento de explicación.
No es que de repente se pusiera serio, las palabras a penas salieron de su boca claramente y también se notaba algo avergonzado.
Ambos estaban rojos como tomates y ni siquiera se percataron de que estaban ya sentados en la cama, con los rostros bastante cerca.

—Yo...para mí sería un placer quedarme contigo— continuó con un tono más confiado— Si eso es lo que en verdad quieres, (Nombre).

No habia nada más que pudieras responder. Asentiste lentamente.

—Claro...claro que quiero John— le dijiste con un tono quedo— Si tu no te sientes forzado a hacerlo...

El respondió del mismo modo, sin palabras pero con una mirada confiada.
Estaban lo suficientemente cerca, uno del otro, de modo que el doctor no reparó en acercas sus labios hasta rozar los tuyos, esperando un beso que sin dudar correspondiste.
Tomó una de tus manos y con la otra acaricio tu rostro desde tu cuello hasta la barbilla.

—Tu puedes forzar a éste doctor a lo que gustes— te dijo entonces al oído, con una voz pícara y una media sonrisa.

A decir verdad John nunca había usado un tono así contigo y, a pesar de que estaba bromeando, tuviste que ocultar tu cara en su pecho del escalofrío que te causó.

—Tonto, si me lo dices así solo harás que me arrepienta— le dijiste sin levantar la mirada. Ocultando también tu risa.

—¡Haha! Lo siento.—se rio él, acomodándose para cubrirte con un abrazo— Por favor no me hagas irme.

—No lo haré, ¿Cómo me atrevería? Es tu habitación— bromeaste.
El calor de su abrazo era tal que no querías desprenderte de él.

Caso sin resolver (John Watson x tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora