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Diane, con el paso de los siglos, restauraría de nuevo su poder, mientras que el Héroe adoptaría uno propio al infundirse en la esencia misma de la divinidad.

Unos los amaremos por ello.

Otros lo odiaran.

De Sangre y Ceniza: prólogo.



Antes del alba, Azel abrió los ojos en la penumbra previa al amanecer. En los últimos días, había ayudado incansablemente a Kuxa. Distribuía comida, cuidaba a los pequeños y atendía los detalles más nimios. La anciana aceptó su presencia con entusiasmo, a pesar de saber que él no era un heroísta.

Kuxa guardó el secreto sobre su verdadera identidad, demostrando su nobleza y discreción. El nevrastar, cuya voz resonaba en la mente de Azel, siempre elogiaba a la anciana y su juicio era acertado.

«¿Irnos? ¿Por qué irnos?», preguntó Daxshi, su mirada inclinada en una expresión de reflexión.

—Hoy nos toca largarnos de aquí, y quién sabe si volveremos —dijo Azel, su voz teñida de rabia y tristeza.

El nevrastar inclinó la cabeza, desconcertado, intentando comprender las palabras de Azel. Este se ajustó la capa vieja, rescatada de un basurero, procurando no ensuciar la prenda que había pertenecido al hijo de Kuxa. La tela áspera rozó su piel, recordándole la cruda realidad.

Azel se había obsesionado con infiltrarse en la imponente catedral de Diane sin alertar a los guardianes. Cada idea que cruzaba su mente parecía intrincada e insuperable. Había considerado escalar la catedral, pero la superficie lisa y sin salientes de la piedra exterior era un desafío insuperable. Incluso si lograba subir, romper un vitral alertaría a los guardias sacerdotes.

Sus habilidades resultaban ineficaces en este lugar. La Evaporación no podía traspasar las paredes ni otorgarle invisibilidad. En un espacio cerrado, el humo rojizo era detectable.

Por fortuna, hoy se celebraba la Octava Ceremonia. Azel había aguardado este momento. La ceremonia, dirigida por Zelif, atraía a miles de creyentes de todos los estratos sociales, ansiosos por oír al Hierático.

Este detalle era crucial, ya que los Guardias Sacerdotes estarían ocupados en el caos de la ceremonia. Azel consideraba este momento como su mejor oportunidad para infiltrarse sin ser visto.

Revisó sus pertenencias y halló tres frascos sellados con sangre tipo O negativo. Existía una razón subyacente por la cual el O negativo no era el último en la jerarquía sanguínea, una razón que trascendía la universalidad de su sangre, vendible al Gran Consejo, a los Grandes Señores e incluso a cirujanos y boticarios a cambio de monedas.

El Lamento de los Héroes.Kde žijí příběhy. Začni objevovat