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La Deidad Inmortal y los Hacedores de Sangre guardan un misterio. ¿Fue ella quien los creó y les dio poder para equilibrar el mundo? ¿O hay algo más entre ellos? ¿Qué papel juega el Héroe? La Devastación lo cambió todo y los Hacedores nacieron al azar en Edjhra. Al rastrear su origen, las respuestas se pierden y solo queda un secreto por revelar. ¿Qué otro efecto tuvo la Devastación en ellos?

De las notas de Xeli.


Bajo la mirada escrutadora de Loxus, Xeli y Favel atravesaron el umbral de la Sala del Pacto. Allí, las esperaban las estatuas de Diane y el Héroe, talladas en mármol blanco, como testigos silenciosos de un destino inexorable. Sus rostros mostraban una eterna contienda, una lucha perpetua entre la luz y la oscuridad. Xeli sintió un escalofrío al verlas, como si una fuerza invisible la atrajera hacia ellas.

Loxus avanzó con elegancia hacia el altar central, rodeado por un círculo de petralux. Indicó a las jóvenes que cerraran la puerta tras ellas. Xeli obedeció y lanzó una mirada furtiva al Hierático, quien finalizaba los preparativos para el ritual. Los petralux brillaban con una luz etérea, creando sombras danzantes en las paredes. Xeli se preguntó sobre la necesidad de aquellas luces, ignorando el vínculo oculto entre las piedras y los Hacedores de Sangre.

Lo que más capturó su atención fue la gema sobre el altar.

«Huye», pensó.

—¿Te pasa algo? —preguntó Favel—. Te conozco, Xeli. Sé lo que piensas y percibo tus inquietudes. ¿Tienes miedo?

Xeli negó con la cabeza, intentando ocultar su nerviosismo.

—Recuerda cuando te hablé de mi antiguo sueño de ser una Hacedora de Sangre —dijo con voz baja, mezclando asombro y nostalgia—. De cómo me ilusionaron.

Favel asintió en señal de comprensión.

—¡Pero ahora eres una Hacedora! —exclamó con entusiasmo—. Te engañaron, pero ahora eres parte de ellos.

Xeli negó suavemente y señaló la gema en el altar.

—Hace nueve años, vi una gema similar —murmuró, eligiendo sus palabras con cuidado—. Zelif me la ofreció, al igual que Loxus. Pero todo... estaba mal.

Favel le apretó la mano, transmitiéndole apoyo.

—Ahora, todo cambiará —afirmó Favel, lleno de esperanza—. Estás con Loxus y conmigo.

—Por favor, acérquense —solicitó Loxus.

Era el momento decisivo. Con pasos vacilantes, Xeli se acercó al altar, su cautela contrastaba con la tenue luz que la rodeaba. Recordó aquella ocasión, sumida en una oscuridad total.

—Las crónicas narran cómo Diane, la campeona de los Creadores, fue la primera en conceder fragmentos de su poder, originando a los Hacedores de Sangre —explicó Loxus, frente al altar, con una voz cargada de solemnidad—. Sin embargo, el Héroe poseía este poder de manera innata. Algunos dicen que su dominio era incluso más amplio.

» Cuando el Héroe ascendió, sus poderes y los de Diane se dividieron. Lo que era un don exclusivo se multiplicó en número. Hoy, tu poder no será como en los orígenes de los Caballeros Dragón, hace siglos. Tu poder será tanto el del Héroe como el de Diane.

Xeli observó el altar y notó un detalle previamente oculto por la oscuridad: una daga negra, adornada con patrones intrincados. No tenía el brillo plateado típico de tales ceremonias, sino un negro profundo y seductor.

Con delicadeza, Loxus tomó la daga y se la ofreció a Xeli.

—Tómala —dijo en un susurro.

Xeli respiró hondo, sintiendo el calor de la mano de Favel. Tomó la daga, sorprendida por su ligereza, y sintió el segundo latido, un eco familiar. Los recuerdos de su infancia afloraron, inundando su mente con emociones.

El Lamento de los Héroes.Where stories live. Discover now