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El Héroe fue elegido por ella para esta labor, porque Diane conocía sus capacidades tan bien como nosotros. Confiaba en que él pudiera adaptarse al vasto poder y al infinito conocimiento sin perder la cordura.

Y aun sabiendo que esto la dejaría expuesta, en un estado de vacío y de perdida, tomó el riesgo para protegernos.

De Sangre y Ceniza: prólogo.


Los Grandes Jardines se revelaron tal como Cather los recordaba: una anomalía en la naturaleza, un vasto espacio para cientos de personas en necesidad. Sospechaba que estos jardines habían sido el escenario de inmensas celebraciones.

La Caballera Dragón avanzaba lenta junto a lord Hacedor de Sangre, marcando su camino junto al lago central. Las flores negras, soberanas del territorio, dominaban el paisaje. Al llegar a la Tierra Corrompida, Cather jamás había imaginado encontrar un enclave así. Le resultaba incomprensible en comparación con Sprigont, un lugar ajeno al mundo circundante. Representaba un intento de preservar la vida en un rincón que ya no debería existir.

Su acompañante vestía un traje azul, adornado con sutiles líneas pálidas y lucía el distintivo glifo de los Hacedores de Sangre en su pecho. Su capa oscura con ribetes dorados ondeaba detrás de él. El contraste entre su elegante vestimenta y su apariencia desaliñada, con el traje arrugado y la camisa fuera del pantalón, resultaba casi cómico.

—Parece que has gastado una fortuna en ropa que no sabes llevar, Walex —comentó Cather con un toque de sarcasmo.

—Oh, mi querida Caballera Dragón, siempre tan atenta a los detalles —respondió Lord Walex con una sonrisa burlona, acercándose a ella con determinación—. Espero que no te hayas olvidado de mis títulos. Soy Lord Walex, el Hacedor de Sangre, el favorito de los dioses, el salvador de Nehit.

—Tus títulos no me impresionan —replicó Cather con frialdad—. ¿Por qué insististe en postergar mi reunión con uno de mis informantes para venir a los jardines contigo? ¿No tenías asuntos urgentes que atender, Walex?

Lord Walex soltó una risa melódica.

—Por supuesto, pero esos asuntos son tan tediosos como tú. Como bien sabes, todos quieren un trozo del Hacedor de Sangre. Es agotador, te lo aseguro. Tengo que lidiar con nobles aduladores, sacerdotes fanáticos y madres desesperadas que me suplican por sus hijos. Es una tarea ingrata, te lo advierto, lady Caballera Dragón.

—No entiendo cómo los dioses te otorgaron el poder de la sangre, Walex.

El hombre se encogió de hombros con una sonrisa juguetona.

—Ni yo mismo lo sé. Tal vez sea mi encanto natural. Pero no te preocupes, no he mentido del todo, ¿sabes? —dijo—. Afirmé que estaría ocupado, pero nunca especifiqué en qué. Así que, aquí estamos.

Cather arqueó una ceja.

—¿Estás insinuando algo indecoroso, Lord Walex?

—¿Funcionó? —replicó él con un guiño coqueto.

—Ni en sueños —dijo Cather con una sonrisa fugaz, que pronto desapareció al ver los arbustos secos y marchitos que rodeaban el lugar—. ¿Qué pretendes, Walex?

—No estoy completamente seguro —admitió el hombre—. Al principio, pensé que podríamos relajarnos con una copa de vino y olvidarnos de los problemas. Pero parece que eso no es de tu agrado. Entonces, consideré que quizás te gustaría ver los jardines, a menos que prefieras ahogarte en la bebida.

—Estos jardines son apropiados —respondió Cather, llevando ambas manos a su espalda.

No debería estar allí entre las flores. Valoraba la belleza, pero tenía asuntos más urgentes que atender.

El Lamento de los Héroes.Where stories live. Discover now