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Los Hacedores de Sangre, seres misteriosos, me fascinan desde que hallé los pergaminos de la Cantata del Fuego. Estos textos antiguos cuentan su origen, ligado a la Divinidad Inmortal y al Héroe que enfrentó al Portador del Olvido, el gran mal del mundo. Quedan dudas sobre su naturaleza, su vínculo con Diane, y el motivo de su aislamiento histórico, ocultando rastros con violencia y astucia. ¿Qué secretos guarda su sangre?

De las notas de Xeli.


La lluvia caía con un matiz siniestro, despertando la desconfianza en Cather. No se trataba de gotas tenues y constantes bailando en un compás sosegado. Eran gotas indómitas, estrellándose con estruendo y golpeando las ventanas con saña, haciendo temblar los cristales. Un viento bravío aullaba como un guiverno airado, acompañando la tormenta con su bramido.

Los truenos se hacían presentes, centelleando relámpagos fugaces que sacudían todo. Los fragores resonaban en medio de la lluvia, reclamando la noche como su coto. En las Calles Negras, bajo esa lluvia despiadada, permanecía lady Cather. Envuelta en la negrura feral, la Caballera Dragón observaba las gotas caer, con la ira del viento resonando a lo lejos. Su atención no se centraba en la tormenta, sino en el cuerpo decapitado de Zelif que yacía en el suelo, tiñendo el agua de carmesí.

De las sombras, surgió una figura, un espectro tenebroso que parecía personificar la ausencia de luz. Flotaba en el aire y se movía con una cadencia espeluznante mientras contemplaba el cadáver con regocijo perverso.

—¿Qué eres? —musitó Cather.

El ser se sobresaltó ante la pregunta y la miró fijamente. Sus ojos, carentes de vida, le provocaron un escalofrío al sentir la presencia maligna que emanaba de ellos, como si quisieran absorber la esencia misma de la vida. Cather sintió un terror visceral al enfrentarse a aquella mirada inquisitiva. Más allá de lo visible, notó un halo de podredumbre que devoraba todo a su paso, un signo del fin inevitable, del caos y la destrucción, de la ruina y la pérdida.

La sangre de Cather empezó a hervir, impulsada por un instinto primario ante lo desconocido. Su interior se agitó y el poder se cernió sobre ella como una espada desenvainada. Sin embargo, antes de que pudiera desatar su poder, el ser espectral la sujetó con su mirada. Un alarido ensordecedor llenó el aire, como mil voces superpuestas.

La caballera sintió cómo su fuerza se esfumaba y la flaqueza la envolvía como una mortaja. El ser parecía observar más allá de su forma física, escrutando el alma de Cather y deleitándose en su vulnerabilidad.

La legendaria Caballera Dragón experimentó una sensación de desgarro, como si la estuvieran aplastando y arrancando jirones de su poder. Un vacío se extendía, sumiendo todo en oscuridad y lejanía.

Cather contempló con horror al ente. Era un enigma, un vestigio de una era previa a la Devastación que fragmentó el mundo, un misterio que escapaba a su comprensión.

Pero Cather no se acobardó. Era la defensora de Sprigont, la Caballera Dragón, la elegida para enfrentarse a lo desconocido. Su poder brotó de su interior, como un torrente de fuego. El ente torció su rostro en una mueca siniestra.

La presión se intensificó, como si una montaña se desplomara sobre ella. Cather se dobló sobre sus rodillas, notando cómo su sangre se helaba en sus venas. Pero no se rindió, su espíritu seguía encendido.

El ente lanzó un alarido, un sonido que amenazaba con reventar sus oídos. Luego, se replegó, agazapado pero altivo. No era miedo lo que mostraba, sino un desafío feroz. Y Cather respondió con su poder, resistiendo la opresión. Buscó en su interior y vio tres columnas de energía, sus Habilidades Básicas. Primero ancló su mente en la Retención, sintiendo cómo la sangre fluía con calma, otorgándole control sobre su organismo.

El Lamento de los Héroes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora