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No puedes hacerlo.

—Michael, tu doctora dijo-

—Me importa una mierda lo que ella o alguien más dijo. No puedes quitármela —insistió él, intentando luchar de vuelta, pero no logró demasiado. Ambos sabían que era casi imposible que lo intentara teniendo en cuenta su masa corporal.

De todas formas, eso no evitó que Michael intentara halar de su mano y quitarle balanza que había encontrado escondida en el baño del apartamento.

Eso había sido hacía unos minutos, antes de que fuera a la habitación del chico para enfrentarlo y una expresión de completo pánico se posara en su rostro mientras intentaba quitarle el objeto de las manos. Y, era casi lamentable de ver, porque Michael ni siquiera tenía las fuerzas para intentarlo. Era demasiado delgado y débil.

Estos últimos días habían sido una completa lucha. Había pasado alrededor de una semana desde que todo esto empezó e intentar hacer comer a Michael era más difícil de lo que esperó que sería. Él seguía sintiéndose mal, llorando mientras negaba meterse otro bocado de comida a la boca o azotando la puerta de su habitación cuando insistía que debía hacerlo.

Algunas veces, era quien tenía que ir a calmarlo y estar a su lado, esperando a que terminara de comer el plato. Otras, era Michael quien salía minutos después de su habitación, con lágrimas secas en la mejillas, para que luego, sin decir alguna palabra, comiera el resto de su comida.

Había pasado una semana, y no era como que esperara un gran cambio en el aspecto físico de Michael, pero al menos, podía decir que se veía menos débil. Ya no parecía que iba a desmayarse en el momento que se ponía de pie o realizaba una acción brusca. Quizá, algo débil, pero mejor. Eso era lo importante.

De todas formas, sabía que no irían a ningún lado si Michael seguía ocultándole cosas, como el hecho de haber estado pesándose todo este tiempo a sus espaldas, todavía estando pendiente de cuánto peso estaba adquiriendo.

Esa era una de las prohibiciones que la doctora de Michael había puesto, además no pasar demasiado tiempo encerrado en el baño o mantener las cerraduras de las habitaciones abiertas. Él no estuvo a gusto con nada de eso según su madre, pero eso no evitó que al día siguiente ella contratara a personas que quitaran el seguro de cada habitación.

A Michael no le gustó eso.

A él no le gustaba nada de esto, y odiaba ver cómo lloraba por frustración algunos días, pero no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Michael tenía que comer y debía entender que si quería mejorar, nada de esto lo ayudaría.

Fue por eso que tomó la balanza y la llevó hacia la repisa más alta del apartamento, mientras Michael lo sujetaba del brazo evitando que lo hiciera, soltando lágrimas de frustración y rogándole en sollozos que se detuviera, que prometía no volver a ver su peso en ella, aunque sabía perfectamente que era una mentira.

Michael estaba enfermo, aunque eso era algo que él jamás admitiría o podría darse cuenta.

Al menos, no por ahora.

—Michael, basta, no voy a bajarla —dijo, sintiendo a Michael halar de su brazo con más fuerza, mientras le ordenaba que lo haga. Tomó aire, para luego tomar al chico por los hombros y ver más lagrimas corriendo por sus mejillas —. No necesitas pesarte.

Broken Pieces ❥ mukeWhere stories live. Discover now