Fuegos artificiales

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Con todo lo sucedido, Nino no le quedó de otra más que mirar sola los fuegos artificiales ya que Jotaro podía pasar desapercibido al quedarse en completo silencio.

Era incómodo el silencio en la terraza y lo sería mucho más de no ser por el ruido externo de la gente transitando debajo del edificio o de las cargas igneas estallando en el cielo. En realidad, solo era incómodo para ella; en el caso de Jotaro, él parecía acostumbrado a esas situaciones o únicamente le fascinaba no escuchar los gritos de ella.

El joven se levantó de uno de los tantos asientos y se puso a un lado de Nino, recargándose sobre el barandal. Ella se exaltó ligeramente por la cercanía y a pesar del sonrojo que ella tenía, la mirada del azabache estaba enfocada al frente, mirando las explosiones.

Sin mencionar una sola palabra, Kujo sacó del bolsillo de su pantalón una cajetilla de cigarros y tomó uno, volviendo a guardar la caja sobre su bolsillo. Del contrario, sacó un encendedor y lo utilizó para prenderlo.

Algo que Jotaro siempre llevaba consigo como algo indispensable, era su propia cajetilla de cigarros y un encendedor. Para él, era como llevar las llaves de su casa y su teléfono. Sin dichos artículos, no estaría completo.

Nino escuchó el sonido del encendedor sacar la llama y se giró bastante impresionada al ver como su tutor estaba fumando, delante suya.

Ella sabía y lo admitía —en privado—, que Kujo Jotaro es jodidamente guapo y atractivo, pero el hecho de que estuviera fumando, solo le daba un toque de chico malo y vaya que le fascinaba.

—¡Oye! ¿Acaso fumas? —preguntó Nino con un leve sonrojo.

—¿Eres ciega o qué? Lo estás viendo ahora mismo. —Jotaro se retiró el cigarro dejando escapar el humo de su boca para responderle, al mismo tiempo que se giraba para verla.

—¡Idiota! ¿Sabes que siendo nuestro tutor, nos estás dando un mal ejemplo?

—Solo les enseño cosas de la escuela. No soy su padre para enseñarles cómo deben comportarse. Así que no me fastidies. —Dicho eso, volvió a mirar hacia enfrente.

La quintilliza bufó molesta. Cuando Jotaro quería, podía ser el mayor patán de la historia.

Antes de que Nino pudiera hacer algo, una llamada entró en el buzón de su teléfono y contestó de inmediato, sabiendo que se trataba de alguna de sus hermanas.

—¡Yotsuba! ¿Estás con el amigo de Kujo? Cómo sea, ¿dónde estás? —Nino intentó averiguar la ubicación de su hermana pero la señal de su teléfono desapareció, cortando la llamada. Únicamente, logrando que la frustración aumentara—. ¡Ey, tú! ¿Qué haces ahí tan tranquilo? ¡Llama a mis hermanas!

—No tengo sus contactos —respondió Jotaro con desinterés, sin siquiera mirarla a los ojos mientras seguía fumando tan tranquilo.

—¡Eres un inútil!

—Yare yare... ¿Puedes dejar de quejarte tan solo un minuto? Mira, ahí está Ichika. —Señaló el joven con la mirada.

Nino recuperó un poco la calma y miró a donde Jotaro le indicaba.

—¡Sí, es Ichika! Si tan solo tuviera señal...

El más alto miró de reojo a Nino la cual tenía una expresión que denotaba su desánimo y algo de tristeza. En eso, Jojo recordó lo que Miku le había dicho sobre que era algo importante para ellas. A pesar de que Nino fuera realmente molesta, no pudo quedarse de brazos.

—Quédate aquí, iré por las demás —dijo Jotaro sorprendiendo a la chica que abrió los ojos.

—¿Eh?

Un tutor muy serioWhere stories live. Discover now