II. Promételo

11.6K 1K 514
                                    

Candice.
15 años.

Nueve días habían pasado siendo siempre la misma rutina. Despertarse sin saber la hora que era, recibir la comida una vez al día siempre en distintos horarios para que no sospecháramos si era de día o de noche allí afuera.

Solo podía deducir que habían pasado nueve días porque esa era la cantidad de comidas que nos habían llevado.

Cuando despertaba, lo primero que veía era a Niklaus y cuando me dormía sus celestes ojos eran lo último que observaba.

La vista de Niklaus me taladraba todos los malditos minutos, observándome sin ningún pudor y yo intentaba hablarle aún cuando sabía que él no contestaría.

Ese había empezado a ser mi pasatiempo para no volverme loca en este lugar, hablaba por los dos, le contaba de mi y él solo me observaba serio. A veces podía ver la curiosidad en su mirada, pero tan pronto como la vislumbraba, desaparecía de sus ojos.

—... y así fue como termine con una escayola en mi brazo izquierdo durante dos meses — le relaté divertida mientras lo observaba, esperando alguna reacción de su parte que no llegó.

Solo logré que él bajara sus ojos a mi brazo y lo analizara, tal ves buscando vestigios de lo que fue mi horrenda caída montando una bicicleta por primera vez. Suspirando desilusionada por no escuchar respuesta suya, lo miré implorante.

—Di algo — supliqué, mi voz saliendo en un susurro frustrado logrando que él volviera a levantar su mirada y la posara en mis ojos, los cuales le suplicaban que hablara.

Su mirada expresaba seriedad como siempre, pero esta vez sus labios se abrieron dispuestos a soltar algo. Ansiosa me enderecé en mi lugar y comencé a gatear hasta el centro de la habitación, donde frené allí, ante su atenta mirada, para luego acomodarme en el suelo con las piernas dobladas y entrelazadas.

Para mi sorpresa, Niklaus también se levantó y comenzó a caminar hacia mi, frenando cuando estuvo a pocos centímetros de distancia y dejándose caer pesadamente frente a mi, imitando mi posición delante de mi.

Aún sentados, tenia que inclinar mi cabeza hacia arriba para poder observarlo, ya que era bastante alto.

Emocionada por escucharlo hablar le regale la primera sonrisa que había logrado salir de mi rostro desde que estaba allí. Y, para mi sorpresa, sus ojos adquirieron ese brillo extraño en su mirada mientras analizaba mi gesto.

—Déjame abrazarte mientras duermes y hablaré todo lo que quieras — su voz salió gruesa mientras aún seguía observando mis labios, los cuales habían dejado la pequeña sonrisa atrás en el momento en que sus ojos se habían posado en ellos.

Sus palabras me desconcertaron y lo miré asombrada.

—¿Q-que? — tartamudee mientras lo miraba con sorpresa.

Su semblante seguía serio y dejó de mirar mis labios para volver a observar mis ojos. Su mirada aún poseía ese extraño brillo y su rostro demostró satisfacción al observar cómo mis mejillas se habían puesto rojas.

—Quiero tenerte entre mis brazos mientras duermes, niña.

Sus palabras demostraban seguridad mientras me observaba con autoridad, como cuando me pidió que dijera su nombre. Sonrojada desvié la mirada, intimidada por la suya tan intensa, para luego susurrar torpemente.

—¿Hablaras conmigo si te dejo hacerlo? — me sorprendí a mi misma por mi pregunta, sonrojándome aún más al imaginar mi cuerpo entre sus firmes brazos mientras dormía.

Sus manos ágilmente tomaron mi rostro, sorprendiéndome, cuando tiraron de él con suavidad, logrando volver a conectar nuestras miradas. Sus dedos quemaban sobre mi piel, mientras sus ojos me observaban con... esperanza.

Su paraíso en el infierno ✔️Where stories live. Discover now