III. Bésame

13K 1.1K 303
                                    

Candice.
15 años.

—¡Oh, vamos, Nik! ¿En serio nunca has besado a nadie? — prenfute incredula, observándolo desde abajo, con mi cabeza recostada sobre su muslo mientras él daba suaves caricias sobre mi castaño cabello y me miraba desde arriba con diversión.

—En serio, bebé — la rotundidad en sus palabras me dio a entender que estaba hablando totalmente en serio.

Asombrada, me incorporé, obligándolo a soltar mi cabello, para luego posicionarme frente a él, sentanda con las piernas cruzadas y mirándolo con intriga. Niklaus solo levanto una ceja en mi dirección y borro su sonrisa, para volver a dedicarme aquella mirada que siempre me daba cuando lo estaba exasperando.

Lentamente me acerque más hacia el y levante una de mis manos para tocar su rostro, logrando que la piel de mis manos hormigueara y que Niklaus se estremeciera y cerrara los ojos, desinflándose en su lugar, suspirando con satisfacción.

En el mes que llevábamos juntos, encerrados allí, cada toque que le otorgaba parecía intensificarse más, al igual que cada toque suyo en mi, dejándome siempre ansiosa por obtener más de él. Lo cual Niklaus no dudaba en otorgarme, siempre ansioso por poner sus manos en mi.

Al principio me había parecido extraño e incómodo, pero, a medida que pasaba el tiempo, entendí que esa era su forma de expresarse, de expresar sus sentimientos sin tener que hablarlos, ya que él parecía odiar hacerlo. Por lo que lo dejé tocarme, lo cual no era ningún martirio para mi.

Sus fuertes brazos siempre sabían cómo calmarme cuando la tristeza por toda la situación me sobrepasaba, sus caricias siempre me ayudaban a dormir con tranquilidad y sus constantes abrazos protectores me hacían sentir muy segura. Aún cuando estuviéramos secuestrados, sentía que nada ni nadie me haría daño. No mientras él me tuviera.

Suavemente dirigí mis manos hacia sus pómulos y los tracé con la punta de mis dedos, logrando hacerlo suspirar de nuevo.

—Pero eres lindo y tienes veinte años — mi voz salió con extrañeza cuando solté aquellas palabras, no pudiendo entender cómo nunca ninguna chica se hubiera acercado a él para, si quiera, robarle un beso.

Nunca habíamos hablado de su estancia aquí, yo le había contado sobre cómo me habían traído y mi vida antes de ello, pero, de alguna forma, cuando preguntaba por él, Niklaus sabía cómo distraerme para cambiar el tema, dejándome con la enorme duda. Pero, aunque la ansiedad por saber siempre me consumiera, no quería presionarlo, ya qué tal vez había sido algo traumático de lo que no quisiera hablar, lo cual respete.

Por lo tanto no sabía desde hacía cuanto tiempo estaba allí o porque estaba allí, pero suponía que no podría ser hace mucho tiempo, ¿verdad? Él debía tener una vida allí afuera esperando por él, ¿no es así?

Rápidamente abrió sus ojos y me dedicó una sombría mirada, antes de, para mi sorpresa, tomar mi cadera con agilidad y posicionarme suavemente sobre sus piernas, dejando las mías una a cada lado de sus muslos y cadera, y sentándome sobre su entrepierna, dejándome sentir un bulto debajo del vértice de mis piernas, lo cual logró hacerme jadear sorprendida y hacerme sonrojar como nunca antes.

Sus manos subiero a mi cintura y firmemente tiro de ella, acercando mi pecho al suyo y su rostro al mío. Nuestras narices se tocaban cuando él comenzó a hablar, dedicándome una seria mirada que de nuevo poseía ese extraño brillo que seguía sin entender que significado tenía, pero que me encantaba.

—Me he guardado para ti toda mi vida, Candice — su voz salió ronca mientras, una de sus manos subió de mi cintura a mi rostro y comenzó a darle suaves caricias a mi mejilla, haciéndome jadear por sus palabras y por su tacto.

Su paraíso en el infierno ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora