VII. Mírame

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Candice.
18 años.

Cuando vuelvo a despertar, un pequeño dolor de cabeza me arruga el entrecejo, logrando sacarme un gemido adolorido y obligándome a subir mi mano con lentitud para llevarla a mi frente y presionar sobre ella con suavidad, intentando calmar el dolor.

Lentamente, me estiro en mi cama sintiendo las sábanas debajo de mi más suaves que la última vez y el colchón más cómodo, lo cual me extraña. Bruscamente abro mis ojos y me enderezo en mi lugar, comprendiendo que esa no es mi cama al reparar a mi alrededor.

Asustada paseo mi vista por la enorme habitación en la que me encuentro, reparando en cada detalle y corroborando que esta definitivamente no era mi habitación, que definitivamente no es mi casa en absoluto.

Wow, es demasiado lujosa y elegante.

Dos enormes ventanales se ciernen frente a la imponente cama de roble en la que me encuentro, demostrando que fuera es de noche. La oscuridad está presente en la habitación, siendo solo iluminada por el reflejo de la luna y dándome un limitado panorama de mi alrededor.

A un lado de la habitación, hay dos puertas, las cuales, supongo, una es un closet y la otra es la de un baño. Del otro lado de la habitación, hay unas enormes puertas dobles, dándome a entender que esa es la salida.

Temblorosa, me deshago de las suaves mantas sobre mi cuerpo y salgo de la cama, posando mis pies sobre el frío suelo, cosa que me hace estremecer de pies a cabeza y que me obliga a llevar las manos a mis brazos desnudos, dispuesta a darles calor.

Sin embargo, me detengo al reparar en mi atuendo. Tengo puesto un fino camisón de seda azul que me llega hasta medio muslo y puedo sentir que, debajo de él, no llevo sostén, solo bragas, lo cual me aterra y me saca un jadeo tembloroso.

¿Quién me ha cambiado? ¿En donde estoy?

Un movimiento en una de las esquinas de la habitación, me obliga a quitar mi mirada de mi atuendo y dirigirla hacia esa dirección, asustada, encontrándome con la sombra de un hombre alto y musculoso.

Instintivamente doy un paso hacia atrás al verlo y hago mis manos puños con fuerza para evitar los temblores que hacen gelatina mis piernas al ver tan imponente sombra observándome desde la oscuridad.

-¿Q-quien e-eres? - no logro evitar tartamudear y dar pasos hacia atrás, queriendo alejarme todo lo posible del intruso, el cual comienza a dar pequeños pasos en mi dirección, cada vez dejando vislumbrar más de su cuerpo.

Mi huida no llega muy lejos, porque, pronto, mi culo queda a la altura de la mesa de noche, frenando mi paso. Aterrada, mire hacia mis lados, dejando de observar al hombre y tratando de buscar una salida. Sin embargo, para mi sorpresa, la sombra da pasos más rápidos hacia mi al reparar en las ideas que se han empezado a formar en mi cabeza.

Temblorosa y sin escapatoria, vuelvo mi atención al desconocido, soltando un jadeo al reparar en su rostro, el cual ahora se encuentra a tan solo dos metros de mi, quedando lo suficientemente iluminado por la luna como para dejarme vislumbrar aquellos rasgos que conozco y que me han atormentado por años.

-Hola, bebé - suelta el dueño de todos mis pensamientos con una frialdad estremecedora, casi pareciendo cínico y regalándome una mirada helada, la cual ignoro al escuchar la tonalidad en su voz.

Mi corazón late desbocado debajo de mi pecho mientras lo observo con la boca abierta y los ojos abiertos como platos en lo que su voz retumba en mi cabeza como si fuera la mas melodiosa canción. No ha cambiado mucho desde la última vez que nos hemos visto, ahora es más gruesa y rasposa.

-Nikluas - susurro sin poder creerlo, logrando hacerle estremecer y cerrar los ojos con fuerza en su lugar al escucharme nombrarlo.

Su voz no es lo único que ha cambiado en él. He notado que sus ojos parecían más fríos, antes de cerrarlos, más aterradores y vacíos. Sus facciones se han endurecido aún más y hasta parece que ha crecido unos centímetros de altura y de musculatura.

Su paraíso en el infierno ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora