V. Suéltame

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Candice.
15 años.

—¿Nik? — lo llame en un pequeño susurro, dándome la vuelta entre sus brazos para así quedar frente a su hermoso rostro, el cual estaba iluminado por la escasa luz de la habitación, haciéndolo lucir extremadamente guapo y angelical con sus ojos cerrados y su expresión relajada.

Suavemente pose una de mis manos sobre su mejilla, comenzando a darle pequeñas caricias, con la intención de llamar su atención, lo cual fue un éxito, ya que lentamente comenzó a abrir los ojos, para luego dedicarme una expectante mirada.

—Duerme, bebé — su voz se escuchó ronca mientras tomaba con más fuerza mi cadera y me pegaba más a su cuerpo, acercando sus labios a mi frente y dejando un suave beso allí, para luego esconder su rostro en mi cuello y volver a intentar dormir.

Dando un suspiro, llevé mi mano izquierda a su cabello y comencé a darle dulces caricias lo cual lo hizo suspirar sobre mi piel y presionarme con más fuerza a su cuerpo.

—¿Por qué... por qué nunca volvimos a... a hacer lo mismo que la primera vez que nos besamos? — avergonzada solté aquella pregunta con suavidad sobre su oído, cesando las caricias en su cabello.

El cuerpo de Niklaus se tensó contra el mío y lentamente comenzó a enderezarse, quitando su rostro de mi cuello para poder quedar frente a frente, yo totalmente sonrojada y él con sorpresa en su rostro. Insegura, baje mi mano de su cabello a su mejilla y le di una pequeña caricia antes de volver a hablar.

—¿No te... gustó? — avergonzada por mi pregunta, separé nuestras miradas y bajé la mía a su pecho, lo cual lo hizo gruñir y subir su mano a mi rostro, obligándome a conectar nuestros ojos de nuevo. Niklaus expresaba ternura en su mirada mientras me dedicaba suaves caricias en la mejilla.

Lentamente me hizo presionar mi espalda sobre el suelo y él se subio sobre mi cuerpo, obligándome a abrir mis piernas para el posarse entre ellas y luego dejar sus brazos a cada lado de mi cabeza, sosteniendo su peso para no aplastarme.

Suavemente presionó su entrepierna contra la mía, dejándome sentir la abultada protuberancia en sus pantalones presionando contra mi centro, haciéndome jadear por sentirlo tan duro.

—¿Sientes eso, bebé? Mi polla se pone así de dura con tan solo recordar lo que pasó, no puedo evitar ponerme duro al pensar en ti, al imaginarte sobre mi, presionando tu dulce coño contra mi polla — sus voz era suave y sus ojos expresaban el más puro deseo mientras soltaba aquellas palabras y bajaba sus labios a los míos, dejándo un pequeño beso allí antes de volver a hablar —. Pero se que si volvemos a hacerlo no podré parar y quiero que cuando te haga mía ambos seamos libres. Quiero que sea especial para ti y no lo va a ser en este lugar de mierda. No podré disfrutar de tu cuerpo sabiendo que en cualquier momento puede entrar alguno de esos imbeciles y vernos. Ver lo que solo a mi me corresponde ver.

Sus palabras hicieron a mi corazón calentarse y dedicarle la sonrisa más grande que pude, logrando que aquel hermoso brillo se hiciera paso en sus ojos. Sin poder evitarlo, subí mis manos a su rostro para luego tomarlo con firmeza y obligarlo a pegar sus labios a los míos, regalándole un dulce beso, queriendo demostrarle cuánto apreciaba su honestidad, cuanto lo amaba.

**

—Hazlo rápido — la voz del hombre que se encargaba de llevarme al baño sonó irritada mientras, de un brusco empujón, me obligó a adentrarme en el pequeño cuarto de baño al final del mismo pasillo de la habitación en donde nos tenían secuestrados.

La puerta se cerró a mi espalda, dejándome sola y no dude en hacer mis necesidades, descargando mi vejiga, para luego posicionarme frente al lavado, el cual solo se trataba de un fregadero de manos, sin espejo. Suspirando, procedí a lavarme las manos y enjuagar mi boca, pasando uno de mis dedos por mis dientes tratando de limpiarlos de alguna forma, ya que no tenia ni cepillo de dientes ni dentífrico.

Cuando estaba a punto de dirigirme a tocar la puerta para poder devolverme a la habitación con Niklaus, un estruendo parecido a una explosión se escuchó fuera del cuarto de baño, haciéndome saltar en mi lugar por la sorpresa.

Rápidamente me acerque a la puerta con la intención de abrirla para salir de allí, aterrada de que algo pudiera haberle pasado a Nik, pero el humo entrando por debajo de ella me hizo parar en mi lugar, horrorizada.

¡Niklaus!

Al pensar en él, la adrenalina se hizo cargo de mi cuerpo y, con brusquedad, abrí la puerta y comencé a correr saliendo del cuarto, desesperada por llegar hasta la habitación al final del pasillo, por llegar a nuestra habitación.

Sin dudarlo, me adentré a la humareda conformada de humo y polvo, que no me dejaba ver mis pasos, y que entró en mis pulmones de manera brusca, logrando hacerme toser. Desesperada intenté correr hacia mi destino, pero unas manos evitaron que lograra dar cualquier paso hacia allí, tomándome bruscamente del brazo y tirando de él para presionarme con fuerza a la pared.

Un fornido cuerpo se pegó al mío y un hombre totalmente vestido de negro y desconocido para mi tomó mi barbilla con una de sus manos y me analizó, soltando una sonrisa victoriosa al encontrar lo que fuera que estaba buscando en mi rostro.

—¡La tengo! — su grito me hizo salir del shock y dedicarle una mirada asustada antes de comenzar a patalear entre sus brazos, queriendo salir de su agarre para dirigirme hacia Niklaus, reparando en que las paredes comenzaban a temblar y el humo se hacía cada vez más espeso.

—¡Suéltame! — grite desesperada mientras me revolvía en su agarre y comenzaba a golpearlo con desesperación.

Pero su fuerza se intensificó sobre mis brazos y me obligó a quedarme quieta, dedicándome una mirada seria.

—Tranquila, Candice, te sacaremos de aquí. Tu madre nos mandó a por ti — su voz salió suave mientras comenzaba a tirar de mis brazos para obligarme a seguirle, dirigiéndonos hacia el lado contrario en el que se encontraba la habitación que compartía con Nikluas.

Saliendo otra vez del shock que me había inundado al saber que mis padres al fin me rescatarían, comencé a tironear de mi brazo, con la intención de frenarnos.

—¡Suéltame, tengo que ir por Nikluas! — mi grito salió desesperado mientras era ignorada por el hombre, quien, al notar que no cooperaba, soltó mi brazo y de un brusco movimiento me puso sobre su hombro, comenzando a caminar conmigo sobre él.

Mis gritos se hacían cada vez más fuertes mientras nos alejábamos de allí y un sollozo salió de mis labios al ver que las paredes detrás de nosotros comenzaron a ceder, desplomándose y dándole paso al fuego, quitándome toda posibilidad de poder ir hacia Niklaus, de salaverle.

—¡No! ¡Nik! ¡Por favor, tenemos que ir por él!

Mis sollozos y gritos se mezclaban con las fuertes pisadas del hombre que me tenía en su hombro y de los otros cuatro que se habían sumado a nuestra escapada, todos llevando armas y chalecos anti balas.

—¡Niklaus! — grite desgarradoramente, viendo cómo las paredes detrás de mi terminaron por ceder mientras el hombre que me llevaba en su hombro comenzaba a subir unas escaleras, dejando mi cautiverio atrás y llevándome a la libertad que tantas veces había deseado.

Una libertad en la que el hombre que amaba no se encontraba.

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Cuenta de Instagram: delacalderon

Su paraíso en el infierno ✔️Where stories live. Discover now