XI. Déjame

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Candice.
18 años

Tus padres están en camino.

Aquellas palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez mientras siento a Niklaus aún dándole caricias a mi cintura y vientre, las cuales son suaves en contraste con la dureza con que ha soltado aquellas palabras en mi oído y con la tensión en su cuerpo pegado a mi espalda.

Rápidamente, me giro entre sus brazos y lo enfrento, sintiendo como mi cuerpo por fin reacciona tensándose por sus palabras y cómo su agarre se hace más firme alrededor de mi, obligándome a pegarme a él con fuerza.

-No - suelto en un susurro temeroso y subo mis manos hacia sus bíceps, aferrándome a ellos con fuerza y expresando terror con mis ojos en lo que los suyos me reparan con una mirada impenetrable y con una seriedad que pone a latir mi corazón con fuerza -. Nik, intentarán alejarme de ti, no quiero, yo.... - comienzo con torpeza, sintiendo como las lágrimas se agrupan en mis ojos, lo cual le hace soltar un gruñido que logra hacerme callar.

Sin previo aviso, sus labios bajan a los míos y me toman en un brusco beso que me deja muda y sorprendida, pero que es suficiente para calmar mis preocupaciones y hacer que solo me concentre en lo bien que se siente su boca moviéndose sobre la mía con intensidad y sus brazos tomándome con tanta delicadeza y a la vez posesividad.

No puedo evitar soltar un suspiro cuando le siento adentrar su lengua a mi cavidad bucal, intensificando el beso y pegándome con más firmeza a su cuerpo en lo que sus labios se llevan todo de mi y me entregan todo de él.

Ansiosa por sentir más de él, subo mis manos a su cabello y enriedo mis dedos en él, tirando de Niklaus con fuerza y fundiéndonos en un intenso y desesperado beso en el que nuestras bocas se mueven deseosas, expresando todas las palabras no dichas y todos los sentimientos no expresados.

Mi respiración es un desastre cuando por fin Niklaus termina el beso. Saboreo su sabor en mis labios con mi lengua y sonrio cuando su frente se pega a la mía y sus manos le regalan suaves caricias a mi cintura.

-Nunca nadie podría alejarte de mi de nuevo. Ya no - asegura sobre mis labios, obligándome a abrir mis ojos al reparar en la seguridad con la que ha dicho aquellas palabras y encontrándome con sus párpados aún cerrados -. Esta vez es para siempre. Ya no tienes escapatoria de mi, Candice - susurra con seriedad y adevertencia.

¿Por qué aquellas palabras han sonado como una amenaza y por qué han logrando tranquilizarme cuando acaba de asegurarme que esto es para siempre? ¿Por que me gusta tanto imaginarnos unidos para toda la vida?

Porque lo amo.

Porque lo amo y, aún teniendo toda una vida por delante, sé que quiero pasar cada segundo de cada minuto, cada minuto de cada día a su lado. Quiero crecer y experimentar con el. Tropezar y volver a levantarme con el a mi lado. Amar y ser amada con la misma intensidad con la que lo amo por el resto de mis días.

Sin embargo, un aterrador pensamiento ahonda en mi, obligándome a separar nuestras bocas bruscamente y frentes para tirar del cabello de Niklaus con suavidad, evitando que pueda volver a acercar nuestros rostros y obligándole a sus claros ojos a abrirse para mi.

-Nik, ellos podrían hacerte daño si no lo aceptan - asvierto aterrada, bajando mis manos de su cabello a sus hombros y empujando sobre ellos para poder separarnos, lo cual no logro hacer al sentir como el agarre en mi cintura se hace más firme y me obliga a quedarme en mi lugar mientras una de sus manos sube con rapidez a mi mentón, estremeciéndome de pies a cabezas cuando le siento tirar de él con firmeza y obligarme a mantenerle la mirada.

-Solo tú tienes el poder de hacerme daño, Candice - suelta con dureza y a la vez sinceridad, observándome con clara molestia al entender de que va la preocupación que mis ojos y mueca expresan.

Su paraíso en el infierno ✔️Where stories live. Discover now