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[Jungkook, 13 años ― Jiho, 14 años]

Llovía a cantaros esa tarde. Jungkook odiaba los días como ese debido a que su padre, en vez de ausentarse para beber, elegía el salón de su casa como guarida. El hombre, sencillamente, se había vuelto un desastre desde que su esposa lo había dejado 3 años atrás.

Jungkook no extrañaba a su madre. En realidad, cuando descubrió que esta los había abandonado, creyó que su vida sería mejor, pues desde el principio solo había contado con su padre. Sin embargo, se había equivocado. Después de unos meses de ver a su padre estar ebrio desde la mañana hasta la noche, aceptó que esa era su nueva realidad. Incluso el alcohol había adquirido un mayor valor que su propia existencia.

―Papá ―llamó desde la entrada del salón cuando el hombre comenzó a tirar las cosas y maldecir a los gritos―. ¡Papá, ya basta! ―intentó hacerlo recapacitar, pero solo logro que la venenosa mirada de este cayera sobre él.

Su padre se acercó, iracundo y tambaleante. Jungkook no se inmutó cuando este lo tomó por el cuello, como si quisiera asfixiarlo. Desde hace un tiempo, los ojos de ese hombre no escondían su odio por él. No obstante, incluso si sus esfuerzos eran en vano, Jungkook aún quería creer que dentro de ese desastroso humano quedaba algo del padre que una vez lo amó.

―No sirves para nada ―escupió con rabia y torpeza―. Eres igual a ella, pero ni siquiera con ese rostro fuiste capaz de retenerla ―lo zamarreó―. Ni siquiera los animales abandonan a sus hijos.

―Desde un principio, jamás le importó mi parecido con ella ―señaló con una sonrisa amarga. ¿En qué mundo fantasioso había estado viviendo su padre?

―Entonces, debiste ser un mejor hijo ―apretó su cuello, molesto―. ¡Ella no se habría ido de tener un mejor hijo!

El hombre lo soltó solo para abofetearlo un segundo después. Jungkook no había dejado de sonreír, como si se burlara de él, y eso lo estaba hartando. Había cuidado de ese niño, creyendo que su esposa sería incapaz de abandonarlo, sin embargo, se había ido dejándolo atrás. Y si ella dejó a su hijo atrás, por supuesto que ni siquiera había pensado en él. Le había dado todo, había perdonado todo y la había amado más que a nada en el mundo, entonces ¿cómo era posible que ella no pensara ni un poco en cómo se sentiría? Y ver la cara de ese niño era un permanente recordatorio de ella.

Ver la cara de su hijo era como verla a ella riéndose de él.

―¿Qué haré contigo? ―preguntó más para sí mismo, sosteniendo bruscamente el rostro del niño―. Si no sirves para nada, ¿para qué te cuido?

―Siempre has tenido dinero ―murmuró el menor, sombrío―. Solo debiste dárselo a mamá para que me abortara.

El adulto rio, perdiendo los nervios. Le propinó un golpe al joven, odiándolo por atreverse a hablar sin su permiso, y antes de que este se recompusiera, sostuvo su delgado cuerpo, tirándolo con fuerza al piso. Jungkook contuvo el aliento mientras se apoyaba sobre sus manos en las copas y botellas que había roto su padre. Alzando la vista hacia el sujeto, lo vio reírse con burla mientras se servía otra copa de alcohol.

Era irónico que su padre dijera que ni siquiera los animales abandonan a sus hijos. Pero ¿qué había de los padres que se atrevían a lastimarlos? No había otra palabra que bestias.

―Sal de mi vista ―ordenó el hombre, hundiéndose en su sofá―. Me estás dando náuseas.

Jungkook se levantó, dejando la escena atrás. Con torpeza y rapidez, vendó sus manos para después tomar su mochila y escapar. Su padre se quedaría dormido al cabo de unas horas y él podría volver y comer algo, quizás incluso descansar, pero, de momento, necesitaba refugiarse y, para ello, había solo un lugar.

Hoy somos azul [TaeKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora