No. 1

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— Uh, disculpa

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— Uh, disculpa. — habló alto y claro la chica, haciendo que los hombres presentes se voltearan a mirarla. — Es mi motocicleta en la que estás apoyado, ¿podrías quitarte, por favor?

Ella había planeado comprar unas cuantas cosas para hacer la cena junto a, por qué no, unas cervezas para relajarse. Solía moverse en la Harley Davidson que su padre le dejó, odiaba la moto, pero admitía que le era útil para su transporte.

La dejó estacionada cerca de la tienda donde se encontraba mientras compraba lo necesario, pero al regresar maldijo por lo bajo al ver a un grupo de pandilleros; por su vestimenta y apariencia fue que dedujo esto último.

— ¿Ah? ¿Qué dijiste, mocosa? — preguntó con tono nada agradable el sujeto que fumaba un cigarrillo.

— Dije, ¿puedes quitarte, por favor? — remalcó lo último. Si bien no hacía falta que ella fuera educada, al menos demostraría que ella si tenía modales.

— Veo que tienes agallas, muñeca. — su semblante cambió de un instante a otro. — Eso es atractivo.

Alzó su ceja en señal de confusión; ¿qué le hizo llegar a esa conclusión?

— Por esto es que odio tanto a los pandilleros, joder. — suspiró pesadamente y se rascó un poco la nuca. — Escucha, amigo, sólo quiero mi moto e irme.

En su intento de tomar el manubrio, pasando del hombre, éste último la tomó del antebrazo y la jaló hacia él.

— Oye, oye, ¿adónde tan rápido? ¿Por qué no te quedas más?

— No gracias, ya debo irme, suéltame ya. — miró con molestia la mano rasposa y tatuada de su contrario ejerciendo fuerza sobre su piel.

— Veamos, ¿qué tienes por aquí? — otro de los sujetos le arrebató de las manos la bolsa plástica. — ¡Oh, hasta nos compraste cerveza!

— ¿No eres menor para beber? Déjale eso a los adultos, niña.

Apretó los puños, ¿estos tipos estaban de broma?

— Estúpidos pandilleros, — pensó — y sobre todo, estúpida moto ¡solo me traes mala suerte!

— No digo las cosas más de dos veces.

Tomó la mano que la sujetaba e invirtió su posición con fuerza; doblándole el brazo y posicionándose detrás suyo.

— ¡Agh! ¡Maldita perra! ¡Suéltame!

— Te pedí amablemente que me soltaras, ¡hasta dije por favor!

— ¡¿Quién te crees?!

— Que asco me dan, de verdad. — golpeó la parte trasera de su rodilla, provocando que cayera de rodillas. — ¿No saben otra cosa más que molestar a las personas? ¿Manchar nuestra sociedad decente? En vez de estar de vagos deberían ayudar a salir adelante a este país.

✿  ❘❘  𝗣𝗘𝗥𝗙𝗨𝗠𝗘 𝗗𝗘 𝗥𝗢𝗦𝗔𝗦 ─ Haitani RanWhere stories live. Discover now