❛ Esa dulce fragancia inunda mis fosas nasales y solo quiero tenerte para mí; no dejarte ir, amarte siempre y sin preocupación. Como adoro tu perfume de rosas. ❜
「 ¡¡ Advertencia !!
♥︎ Posibles temas delicados.
♥︎ Posibles spoilers del man
...
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— Maldición, maldición, maldición, ¡maldición! — golpeó la mesa mientras sostenía su celular y miraba la fotografía que le había llegado.
Mandó a alguien al lugar donde había dejado su moto la noche anterior y lo único que encontraron fue una nota, a la cual le tomaron una foto y se la hicieron llegar a su número.
La nota solo decía "llámame", seguido de un número telefónico.
— ¿Pasa algo? — su pequeña hermanita asomó la cabeza por el marco de la puerta.
— No, nada. — sonrió rápidamente la mayor. — ¿Ya estás lista?
— ¡Si! ¡A la librería! — dijo con entusiasmo la pequeña alzando los brazos.
La chica sonrió con ternura y salió junto a la niña. Se sentía ansiosa por salir ahora que aparentemente estaba en la mira de Ran Haitani, pero ya le había hecho la promesa a la menor de que la llevaría a comprar un libro nuevo desde hace unos días atrás.
Si antes prestaba atención cuando salían ahora con más razón estaba alerta ante cualquier cosa sospechosa.
— ¿No iremos en la moto?
— Esta vez no, la mandé al taller, mejor caminemos ¿si?
— Yo no quería caminar. — tomó su mano y se quejó, la mayor solo rió.
Llegaron hasta la librería sin mayor problema, únicamente sentía que alguien en cierto punto comenzó a observarlas. Estaba lista para lo que se avecinara, su mayor preocupación era que tenía a su cuidado a su hermana lo que significaba que no podría moverse con facilidad si intentaban algo.
— ¿Cuál está mejor? ¿Este o este? — la pregunta de la menor la sacó de sus pensamientos.
— Puedes llevar ambos, Nara.
— ¿Si puedo?
— Claro. — acarició su cabeza. — No te preocupes.
El dinero nunca seria demasiado si eso hacía feliz a su amada pequeña.
— ¡Eres la mejor!
Pagaron los libros y salieron del establecimiento. Decidieron pasear por el pequeño parque que había cerca de una plaza de comercios.
Compraron un par de helados a un vendedor ambulante y se sentaron a la sombra de un árbol para disfrutar sus helados.
La mayor le leyó uno de los libros que recién adquirieron mientras con atención la otra la escuchaba.
— Entonces el oso dijo "¿quién se a comido toda mi miel? ¡Ya verá ese ladronzuelo!"
— ¡Que egoísta oso! ¡La miel es de todos! — infló sus mejillas.
— Por eso siempre debes ser compartida y amable con las personas, Nara.