No. 22

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— ¿No puedes?

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— ¿No puedes?

— No.

El chico la miró con el ceño fruncido, ¿le estaba dando un "no" por respuesta?

La fémina, por su parte, y con gran fuerza de voluntad, le habló con la mano en el corazón de algo de lo que nunca creyó volver a pronunciar frase alguna frente a alguien.

— Ran, ¿sabes? No eres la primera persona que me dice "te amo", hubo alguien que lo hizo en el pasado. Él era tan amable, ocurrente, listo y confiable; sin pedirlo y sin saberlo llegó a mi vida de manera inesperada. — limpió los restos de lágrimas en su cara y respiró hondo para continuar. — Me lo dió todo y al mismo tiempo me lo arrebató todo, fuí tan feliz e infeliz a su lado, me hizo afortunada y miserable a la vez, que ahora no puedo dejar de temer por a quién le abro mi corazón.

— Hana...

— Siente. — tomó la mano de su contrario y la colocó en su pecho, en el área del corazón. — Late así de fuerte cada que pienso en él, es tan agradable cuando su imagen aparece en mi mente. — curvó sus labios sin ganas. — Eso quiere decir que aún no estoy lista para entregarle a otro estos sentimientos. Si me lo hubieses pedido en otro momento quizá lo consideraría, porque en este instante no puedo darte nada de mí.

— ¿Necesitas darme algo? Lo que deseo de ti no va más allá de algo simple.

— ¿Estás seguro? ¿Podrías asegurarme que eso sería siempre?

— ...

— Tu silencio me es suficiente. — tomó su rostro suavemente. — Fue divertido, extrañaré a mi almohada.

— ¿A qué te refieres?

— ¿No te es obvio? — sonrió tan brillante y al mismo tiempo tan apagada. — Te estoy soltando.

— ¿Qué...?

— Te veré luego. — se apartó de él, pasando por su lado. — Espero te siga gustando para entonces el aroma a rosas.

Fue algo tan extraño.

¿No era acaso que Hana se aferraría a algo? O mejor dicho, ¿a alguien? Por un segundo pensó que el Haitani pasaría a ser esa pieza faltante en su rompecabezas, aunque la verdad era otra; a su tablero aún le faltaban más piezas y no podía reemplazar una ficha con otra.

Su capacidad de raciocinio estaba deteriorándose, por lo cual antes de perder el rumbo y hundirse en el fondo del pozo lo indicado era detener las cosas.

Aún se hallaba confundida; el corazón le rogaba pero la mente se oponía al dictarle algo completamente diferente.

Contrario a eso, ¿estaría bien dejarlo y buscarlo después? ¿Sería apropiado? ¿Él la recibiría de nuevo?

Se podría decir que Ran fue un diminuto rayo de luz durante ese lapso de tiempo en que la oscuridad era incierta y vacilante. En medio de esa tranquilidad caótica, él llegó a destantear su persona; la hacía enojar, la hacía hacer rabietas, la vió llorar, la cubrió con sus brazos en situaciones de vulnerabilidad y la hizo olvidar por un instante su pena.

✿  ❘❘  𝗣𝗘𝗥𝗙𝗨𝗠𝗘 𝗗𝗘 𝗥𝗢𝗦𝗔𝗦 ─ Haitani RanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora