No. 27

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— Son más de los que esperaba

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— Son más de los que esperaba. — ladeó la cabeza. — ¿Son todos?

— Así es.

— ¿Estás seguro?

— Completamente, mi señora.

— Bien, comencemos. — chasqueó los dedos.

Se paseó por la habitación cuadrada, tarareando la melodía que sonaba de fondo y bailando suavemente, pareciendo una pluma ligera que se balanceaba, tan sensual y fina.

Hace tiempo que había adoptado esas singulares "costumbres" a la hora de hacer ciertos "trabajos".

Se le veía con una sonrisa radiante mientras los pobres diablos arrodillados frente a ella temblaban de pánico, sabían que esa melodía sería la última que escucharían en sus míseras vidas. Y ese hecho, de verlos temblando, sudando y llorando, era el que provocaba su sonrisa.

Años atrás ella no usaría la violencia a menos de que la situación lo ameritara; sin embargo ¿qué momentos en verdad no lo ameritaban? Según ella, ahora, unos cuantos golpes no serían innecesarios.

— Te ves más contenta que de costumbre. — dijo mientras la mujer acariciaba peligrosamente algunas navajas filosas de una mesa.

— Te lo debo a ti, mira que tenerme listas a unas ratas asquerosas para divertirme... Me conoces bien, Zac. — dejó algunas palmaditas en la cabeza del chico.

— Me halaga, señorita.

La mirada fría y afilada de la chica se posó en su primera víctima. Como un destello plateado una de las navajas se encajó en el centro del pecho masculino, justo en el centro. Tomó otra; su siguiente víctima cayó luego de un corte limpio y veloz en su garganta.

Ella danzaba y los cuerpos sin vida caían al suelo, salpicaduras de sangre se dejaban ver en el piso y paredes cercanas.

En cuanto la música orquestal aumentaba su intensidad y el violín iba más rápido, los cadáveres adornaban más el lugar; alaridos desesperados eran cortados con las hojas plateadas de sus navajas.

Una majestuosa danza de la muerte se estaba llevando a cabo y la única bailarina ejecutaba cada movimiento con elegancia.

— Limpien todo y envíen a sus familias los ojos y manos. — ordenó al término de su espectáculo.

— Algunas familias ya fueron exterminadas.

— Oh, bueno, ni modo. — alzó los hombros y se limpió con un pañuelo blanco, el cual fue manchado con la sangre ajena. — ¿Y los niños?

— Nos encargamos con el procedimiento de siempre, no se preocupe.

— Pobres criaturas, no tienen la culpa de tener como progenitores a tales basuras humanas. — se lamentó con falsa pena.

✿  ❘❘  𝗣𝗘𝗥𝗙𝗨𝗠𝗘 𝗗𝗘 𝗥𝗢𝗦𝗔𝗦 ─ Haitani RanTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon