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¿Qué pasa cuando toda tu vida has estado encerrado en tu casa como una forma de protegerte de tu mismo reino?
Jungkook, un Omega de veinte años sale en búsqueda de su madre sin interesarle nada más que eso.
Nunca esperó tener que hacerl...
El día continuó frío, un frío que calaba los huesos, un frío que se sentía solitario.
Cuando Jungkook despertó, vio la nota de su madre donde decía que no tardaba en llegar, le creyó al escrito.
Una hora pasó.
Dos horas pasaron.
El menor comenzó a preocuparse.
Tres horas pasaron.
Ya era medio día y a pesar de ser la hora donde el sol empezaba a notarse más, el cielo se encontraba nublado, las nubes estaban grises y abrazadas, los pájaros estaban en sus nidos y los animales del bosque refugiados en sus hogares.
Cuatro horas pasaron.
Un trueno se escuchó caer por aquellos valles de las montañas, gotas empezaron a chocar poco a poco hasta hacer la lluvia completa.
El viento comenzó a soplar emitiendo un sonido constante, los árboles se empezaron a mover y la gente se fue a sus casas para no mojarse.
Las calles quedaron completamente vacías.
Más horas fueron pasando hasta dar con la noche, sin embargo, Jennie no volvía.
El omega sintió como si le faltara el aire, su pecho comenzó a doler al igual que su cabeza.
Lo único que pude hacer fue recostarse tras la puerta de entrada con la esperanza de que, al su madre llegar, pudiera sentirla de inmediato.
Jungkook se quedó dormido y no despertó hasta que pequeños choques de gotas lo despertaron
Sonaban tan delicadas.
Un choque, dos choques, tres choques.
Se reincorporó de inmediato respirando agitadamente.
"Mamá" susurró automáticamente concentrándose en sentir su presencia o por lo menos su aroma.
Nada, su madre no estaba.
Su lobo chilló lastimero pidiéndole que la buscara, pues él sabía dónde probablemente estuviera, o claro que lo sabía.
No hizo más que tomar el único abrigo que tenía y antes de pensar si lo que estaba por hacer era correcto o no, salió de su casa.
El sol apenas se veía a lo lejos, apenas comenzaba a aparecer, apenas iluminaría el reino.
Y con una lágrima bajando por su mejilla dijo:
"Lo prometiste"
Lo prometiste, pero yo también me prometí que si no volvías iría por ti madre.
Sé dónde encontrarte.
Mejilim.
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