XII

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—...—

— Ecta...¿Te sientes bien? ¿Necesitas ir al baño?—

Preguntaba ansiosa la voz que acompañaba a la chica.

— ¿...Qué me...?...¿Me desmayé?— Pregunta aclarandose los ojos.

— Sí... ¿No...recuerdas nada?—

— Pues... sí, se que estaba... discutiendo con ellos y un fuerte mareo me aturdió repentinamente...—

— Quizás fue eso, no habías comido bien y... las emociones fuertes impactan ¿Sabes?—

— Sí, sabía algo así. Hehe.— Sonríe ilesa Ecta, mientras se acomodaba en la cama para recostarse al cabecero de su cama. Aún traía su uniforme, así que se dispuso a ir a cambiarse.

En ese momento Dayanna la detiene.

— E-espera...— Se le acerca.—¿Qué quieres que te alcance? ¿Necesitas algo? Puedo ir por ello.—

— Quiero cambiarme, no más.— Responde sentándose ahora en la orilla de la cama.

— ¿Puedes ponerte de pie sin problemas?—

A lo que Ecta se ríe nerviosa.

— Sí Dayanna, ¡No te preocupes me siento muy bien!—

— Disculpa, es que... tú padre me pidió estar más pendiente de ti...—

— Ugh, ya sabes que puedo cuidarme sola.—

— Bueno, eso puedes decirme tú. Pero quiere que... te ayude en lo que necesites... quiere que modere tu alimentación si es posible...—

La jovencita levanta la mirada hacia su criada, con un gesto incógnito.

—Está sospechando que no estás comiendo bien... nos preocupa que... estés involucrada en esa nueva moda de las jóvenes que no quieren comer para verse delgadas...—

Tan pronto escuchó la deducción, se echa para atrás esbozando una carcajada repentina.

— ¡Jajajaj! ¿Yo? ¡Más bien quiero engordar!—

— Lo sé, también les dije que era absurdo, pero algo que sí es cierto, es que has reducido tu ingesta calórica... lo comprobé hoy que revisé la cocina y muchas cosas siguen intactas... sé que no necesitas comer tanto ahora que no estás practicando tenis, de igual forma, sigue siendo poco.—

La ojioliva se puso de pie apenas sintió que era el inicio de otra conversación donde ella era la villana de nuevo, o al menos así lo comenzó a ver hace un par de meses atrás. Se dirigió a su closet y rebuscó entre las gavetas ropa cómoda.

— ¿Te preocupa algo...?— Pregunta Dayanna con ánimos de charlar.— ¿Reprobaste algún examen o debes hacer alguna tarea que te tenga estresada?—

Ecta guarda silencio mientras se cambiaba sus prendas. Buscó un short básico deportivo y encontró una de las tantas camisetas repetidas de Izeth que alcanzó a sacar de su mochila. Sí, él siempre llevaba una camiseta para imprevistos al colegio, le quedaban tan gigantes a la preadolescente, que el cuello de la camiseta colgaba de un hombro, como si se tratase de una blusa cuello bandeja.

— Es lo mismo de siempre, Dayanna. No me gusta cómo me tratan mis familiares...—

Ambas conservaron un silencio de respeto, Dayanna es una mujer no mayor a los 40 años, ha trabajado en la casa desde que Ecta volvió a mudarse con su padre.

Ha cuidado tanto de los deberes de la casa como de su principal atracción, que es La Dama Avsil.

Dayanna no cuestiona la tradición de la casa en donde vive ahora, sabe que es un apellido bastante sensible cuando se trata del cuidado personal de las mujeres, así que sólo se limita a ser la portavoz de Ecta con sus necesidades. No puede hacer mucho cuando se trata de defenderla.

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