XXIV

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Izeth la mira con una expresión de incredulidad y vergüenza.

—¿Qué...?—, volvió a repetir en un susurro debilitado, como una suave brisa.

La sospecha ahora crecía en su mente, la mira de pies a cabeza, sin quitarle los ojos de donde se ubicaba el vientre de su compañera.

Comenzó a sudar frío.

«¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¡Está mintiendo! ¡Esto no es siquiera posible!». Pensaba bajo un cólera creciente. «¿Y si esto es una trampa? Tiene que serlo».

Ecta de un tirón se soltó del agarre. Valientemente limpiándose el rostro y peinando su cabello con los dedos, mientras no dejaba de sonar el esnife del moco en su nariz.

—No sé que vas hacer, pero no he sido yo—, comenta desaprobando sus acciones—; yo no soy el responsable de tus mentiras—. La señaló con un semblante lleno de ironía.

—Es algo con lo que nunca jugaría... nunca—; dijo con una quebrada voz la señorita—, los síntomas y la prueba... que hice apuntan a...

—¡No Ecta!—; exclamó con rabia, a lo que se daba vuelta y pateaba con abrumadora fuerza la puerta del cubículo —. ¡No es verdad!—. Se rasca el cuero cabelludo, intentado domar los nervios—. Esto es serio, muy serio. Aquí no caben las mentiras, no sabes el lío en el que me estás metiendo, no tienes idea. ¿Acaso alguien te está chantajeando conmigo?—. Se acerca tomándola de los hombros pero la señorita era incapaz de decir algo—; ¿Ah? ¡Anda dime algo!

—¡Suéltame!—, gritó despavorida, tratando de huir del lugar, sin embargo, Izeth alcanza a tomarla del brazo, tratando de hacerla decir lo que quería escuchar.

—No puedo dejarte ir—. Advirtió ansioso—. Tienes que responderme qué estás haciendo o con quién estás juntándote mocosa.

—¡Con nadie! ¡Con nadie! ¿De qué me intentas acusar? ¡Siempre estuve sólo para ti!—, se cubrió el rostro con ambas manos—; yo siempre he estado para ti...

Tras romper en llanto, el peli teñido desvía la mirada para evitar grabar en su mente la toma. No verla le daba suficiente fortaleza para no sucumbir al sentimiento que le estaba arrastrando a.

—Mientes...—. Susurró persistente. «No puedo verla así, esto me está matando por dentro. Me siento de la absoluta mierda... seguramente quiere hacerme cargo de algo que no hice o de otro modo, todo esto tiene que ser una sucia mentira». Pensó apretando los ojos, manteniendo el agarre firme en ella.

—No sigas con esto, me estás causando mucho miedo...—, decía con hipo nervioso.

—No me hagas tú esto Ecta ¡Yo jamás tuve relaciones contigo y nunca las tendría porque eres una niña! Aunque te haga enojar, aunque mientas sobre tu edad ¡Es la maldita verdad!  Te evadí en cada oportunidad que querías hacer algo más ¡Porque siempre supe que yo no era dueño de....esto!—. «Quiero que sea una mentira, no te imagino sonriéndole a otro tipo, no imagino que se aprovechen de ti... no imagino que hubieras decidido esto por tu cuenta...».

La oji verde pese a que era incapaz de detener la angustia que le causaba la incredulidad de su compañero, seguía negando con la cabeza.

—¡Ecta!

Ambos jóvenes al escuchar ser interrumpidos, intentan normalizar sus posturas, simulando como si no estuvieran en medio de un conflicto.

—¿Y usted es?—, pregunta el peli teñido metiendo las manos a los bolsillos, como si no le hubiera intimidado su llegada.

Pero el muchacho lo mira de pies a cabeza, definiendo con el análisis visual a quién probablemente estaba encarando. Sin embargo, el joven priorizó a su amiga, poniendo a prueba su paciencia.

RED | PASADO: ¿En serio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora