XXVIII

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—Respira profundamente linda, puedes hacerlo, vamos —. Decía preocupada Dayanna, mientras intentaba hacer que Ecta, pudiera salir del shock nervioso que había sufrido de golpe.

Intentaba seguirle a la par de su acudiente, pero cedía a llorar desconsolada.

—Ten, bebe —; ofreció un té aromático.

—¡No! —, se refregó los ojos —; ¡No quiero nada! —. Gritó desgañitándose.

—¿Cómo permitieron hacer semejante cosa? ¡Está embarazada por Dios! —, protestó al servidor que alcanzó acompañarlos hasta ese momento.

Pero este, le miraba inmutable.

—Usted encárguese de lo que le concierne —. Respondió con frialdad.

—Desalmados... —, musitó, atendiendo nuevamente a la señorita —; linda por favor no te precipites, esto le hace daño...

—No lo entiendo... —. apretó los ojos colérica. «¡Voy a enloquecer no puedo con esto!», ladeó la cabeza. «Voy a enloquecer, voy a enloquecer...».

En ese instante, llegaba a trote apresurado Fran, ileso dado a los golpes que evadió a medias.

—¿Cómo está ella? —, acudió en seguida a la oji verde.

Sin pensarlo dos veces, Ecta descarga su agonía en la mejilla de Fran, con una resonante bofetada.

—¡Señorita! —, exclamó Dayanna reteniendo a la joven.

—¡Eres un entrometido! ¡Metiche! —, gritaba histérica —; ¡Yo no pedí tu ayuda! —, se aferra a la ropa de Fran, sacudiéndolo con fuerza —. ¿Qué haces aquí metiendo las narices en mi familia? ¡Déjame en paz a mi y a él!

— Señorita ¡Por favor! Siéntese, contrólese...

El joven, sólo era capaz de observarla anonadado. «¿Sigue defendiéndolo?».

—¿Qué le hicieron? ¡Qué putas le hicieron! —, se tambalea mareada —; dígame qué... le... Ize...

Lentamente la oji verde se rendía al desmayo, aun sosteniéndose firme a la ropa de Fran, para finalmente desplomarse sobre él.

—¡Mi niña no!

«Ecta...». Nervioso, la sostuvo gentilmente, recogiéndola en un abrazo. «Ojalá vieras lo que intento hacer por ti... esto es lo que alguien que no quiere hacerte daño, haría por ti... no abandonarte como él lo hizo...». Pensaba receloso, al tiempo que, le cedía la responsabilidad al sujeto.

—Tranquila señora, está agotada...

— Es inconcebible muchacho —. Desaprobó consternada —. ¿Usted qué le hizo decir a la señorita? ¡Es una falacia! ¡No sabe con quienes se están metiendo!

«"Mi hermana está en cinta. Es del Asrapse. Elliette no puede saberlo por ahora. Necesito es tu ayuda..."», resonó la línea de Ezequiel, que lo colmó temprano por la mañana.

— Hice lo que se supone que es correcto —, afirmó vacilando.

— No —. Negó desconcertada —. Usted hoy, separó a un hijo de sus padres.

Fran la miró receptivo. Sin embargo, en el fondo, ignoró el talante de sus palabras.

«Les hice un favor, y ella parece también estar de acuerdo con Ecta...». Se mordía el cuero de sus labios ansioso, al tiempo que disimuladamente, palpaba su mejilla, mientras caminaba al rededor sin dejar la enfermería del instituto.

Al cabo de unos minutos, se escuchó que llegaban los cuatro faltantes.

—Santo cielo —, espetó la ama de llaves al ver la apariencia de Ezequiel —; Tronte, no es mi deber decírselo, pero...

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