Capítulo 20

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Lo ví y en cuanto lo hice, pude identificarlo, su postura, su altura, sus facciones, su manera de andar y como hablaba, y a pesar de no haberlo visto en persona, lo repugnaba como que si lo hubiese hecho. Aparentaba tanta tranquilidad que me hizo odiarlo aún más.

A decir verdad, a primera vista el no transmitía lo que sintió Clarissa cuando se topó con el. Pero la moneda tiene dos caras y el definitivamente solo había mostrado una. Y si bien no quería saber cuál era la otra, era mi deber...
Porque yo, con mis propias manos, vengaría a Clarissa.

Ella y yo ahora somos una, soy la única que puede darle vida, y ella es mi guía. Nos complementamos.

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El que me haya buscado solo hacia que me confundiera, ¿Habría alguna razón específica para que lo hiciera?

Obviamente tenía que ser eso.

¿Quien te crees, Brianda?

No habrás pensado que quiere solo pasar el rato contigo... O si?

Claro que no.

Estaba ahí, frente a la puerta de su oficina.

El movimiento dentro de ella me hizo notar que no estaba solo.

Pasa— Se escuchó del otro lado.
Tomé la perilla con delicadeza y abrí la puerta.

Un pie dentro, luego el otro, y levanté la mirada. Y en cuanto lo hice me paralicé.

No fue a causa de Dimitri, ésta vez  no fue el quién tenía toda mi atención.

El mismo hombre al que Clarissa tantos años temió. El mismo hombre que había abusado de ella estaba frente a mí. Sonriendo como que si todo fuera normal. Fingiendo que jamás había lastimado a alguien.

Y me quise entregar a ella, puse este asunto en sus manos.

La ira se apoderó de mi y por primera vez sentí la presencia de Dimitri en la habitación. Recordé a Clarissa, sentí su furia, su odio y eso solo incrementó los míos.

Devolví la mirada que me dedicaba Dimitri, y supe en ese instante sus intenciones.

El brillo de algo llamo mi atención, diagonal a mí, mi reflejo me buscaba, me llamaba, me pedía que lo observara. Los ojos que me devolvían la mirada no eran los míos. Mi cabello prolijo se hallaba enmarañado, sucio y rubio, por último mi ropa totalmente rota.

Nunca la había visto fuera de mi cabeza y mucho menos en algo que no fuera un sueño.

Enterré mis uñas en mí palma con rudeza para estar segura de que esto era real.

El dolor lo sentí y con él, mi deseo.
Ella tenía sus ojos en los míos, y se movía como yo lo hacía, su respiración iba a la par con la mía, tan iguales que podría decir que era yo... Hasta que me habló, y dentro de mi cabeza se escuchó su voz.

Era una orden. Y no podía desobedecerla.

Pero tenía un inconveniente. Era Dimitri

Voltee a verlo y su mirada seguía sobre mí.

—Haz lo que tengas que hacer, libérate, seré yo quien resuelva después.
Su voz fue como música para mis oídos. La tranquilidad volvió a mí. El estaba a mi lado, era mi compañero.

El tipo se mostraba confuso pero aún mantenía su asquerosa sonrisa, su ponte era el de un profesional. Media poco menos que Dimitri y su atractivo era muy evidente.

—Buenas noches— Mi voz, seductora en esta ocasión se alzó en el despacho.

—¿Que es esto, Dimitri? ¿Acaso me trajiste un obsequio?— Su sonrisa después de eso fue macabra, era fácil adivinar lo que pensaba, el idiota tenía en mente... Hacerme lo mismo a mí.

—De hecho, Federico... El obsequio es para ella— Dijo serio como de costumbre.

La sonrisa de él se ensanchó aún más, recorriendo mi cuerpo con su mirada.

—¿Te gusta lo que ves?— Dije seria. Dmitri se limitaba a observar apoyando sus caderas en su escritorio.

El tipo levantó una ceja y lo miró, el no se molestó en devolver la mirada.

—¿Te vas a venir conmigo?— Preguntó

—Antes de llevarte el producto tienes que probarlo, ¿no crees?— Dije aún inexpresiva.

Sentí su mirada sobre mis pechos, y el asco se apoderó de mí y en cuanto lo hizo, mi cordura me abandonó.

—¿Entonces te gusta lo que ves?— Dije saltando, haciendo que mi pecho se moviera, y sus ojos siguiéndolos me mostraba la atención que él me ponía.

Asintió con la cabeza.

—¿Te gusta como me muevo?— Digo mientras me acerco, modelando y dejando a mis pechos moverse con libertad junto con mis caderas.

—¿Quieres tener una mejor visión?— Lo empujé en el sofá, montándome sobre él e inclinando mi escote para que diera justo sobre sus ojos.

Podía ver cómo empezaba a sentirse mareado, pues su mirada se desenfocada de vez en cuando. Y ahí tuve mi oportunidad.

Mi puño se estampó contra su cara.

—Vamos mírame— golpeé de nuevo.

Sus brazos, ahora un poco débiles me empujaron fuera, y junto con él caí al piso. Lo volví a golpear.

—¡Quieres mirarme!— Grité mientras mis puños impactaban con fuerza en su rostro— ¡Hazlo! 

Intentaba en vano resistirse, el primer golpe lo había dejado suficientemente mal. Uno tras otro directo a sus pómulos, quijada y nariz la cual empezó a sangrar junto con mis nudillos. No tenía tiempo de defenderse pues mis puños no daban descanso. Los sentía doler, su sangre se mezclaba con la mía y aún así no podía parar. Su rostro estaba irreconocible y cada vez que intentaba gritar, mis manos impactaban en su boca. La risa salió de mí y con una sonrisa puesta en el rostro seguí hablándole mientras escuchaba el sonido característico de un hueso al romperse.

—¡Vamos, disfruta la vista!— A causa de los golpes mi pecho se había manchado de su sangre— ¿No estoy tan buena para ti como las otras niñas, o es que solo me falta un año para llegar a la mayoría? ¿Mayores no te gustan, cierto?—Sus manos aún intentaban apartarme, y cada vez que abría la boca, sangre salía de ella, haciendo imposible el que me respondiera. Era música lo que sonaba, sus alaridos de dolor, el gorgoteo que provocaba la sangre saliendo de sus orificios y el impacto de mis nudillos en su cara.

Dimitri seguía observando de lejos, ésta vez con una mirada distinta, pero aún indescifrable.

—¿Lo estás disfrutando?— Pregunté cuando el cuerpo debajo del mío dejó de moverse.— Este espectáculo fue para tí, mi amor.

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Bueno, bueno

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Conexiones OscurasWhere stories live. Discover now