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—Holis.

Esa no fue la mejor forma de saludarlo cuando regresó de una reunión importante que tenía. Mucho menos creo que fuera la más adecuada para recibirlo cuando regresó. Pero ¡hey! el buen taco de ojo no pudo faltar.

Que digo bueno, ¡BUENÍSIMO!

¿Han intentado acostarse en el acogedor asiento del sofá poniendo sus pies en el respaldo para ver todo de cabeza? pues eso era lo que hacía minutos antes de que regresara, cuando no esperaba su repentina llegada sino hasta más tarde. No me dio tiempo de incorporarme correctamente y seguro que pensó que estaba más loca que el gato que adopté minutos antes de partir de mi antiguo hogar; pero él no se percató del maldito desorden hormonal que provocó en mí y mi vientre bajo. Naaaaaaammbre fue el mejor taco de ojo que pude tener en mi vida de la entrepierna de un hombre, al chile.

Solo imagínense. La posición en la que yo estaba —creyéndome una persona normal— y su repentina llegada que me obligó a mirarlo desde abajo solo para encontrarme con sus orbes carmesí sin prever que había un pequeño bulto obstruyendo mi vista, oculto en la suave y oscura tela de su pantalón que quedaba jodidamente bien ajustado a su anatomía ¿Cómo volvería a ver a mi abuela a la cara si se enterara que en ese momento pensé en ponerme un letrero en la boca que dijera «inserte aquí»? Al de arriba tampoco le gustaría eso.

—¿Qué crees que haces? —me preguntó enarcando una de sus rubias y tupidas cejas, dejando que mi imaginación fluyera y me lo viera con una sonrisa siniestra, con pensamientos impuros en su mente como los que yo tuve al instante en que se paró delante de mí como si estuviera a punto de castigarme. Una que es bien caliente y le ponen eso.

—Intentaba ser una persona normal —respondí y al instante vi tentador el suelo para déjame caer de cabeza y, tal vez con suerte, matarme para no pasar por la vergüenza que me provocaba mi propia respuesta. Su gesto confundido y lleno de dudas sobre qué diablos hacía con una chica como yo me indicaron que eso no había sido un comentario normal—. Quiero decir... —me aclaré la garganta al mismo tiempo que intentaba incorporarme en el sofá—, trataba de matar el tiempo.

—Hay muchas formas de matar el tiempo —alegó dando media vuelta para darme la espalda y ocuparse en sus asuntos—, comportarse como una maldita loca no lo es —se detuvo un instante y pude ver que se dignó a mirarme por encima del hombro como si él fuera un maldito emperador y yo una simple persona a la cual podía dar órdenes—. Alístate, vamos a salir —y sí, eso sonó como una maldita orden a la que yo inmediatamente hice caso cuando me puse de pie de un salto.

Le seguí hasta desviarme a mi habitación con el fin de buscar un atuendo adecuado para la ocasión... pero mi maldita mala suerte era que no sabía para qué ocasión vestirme. Conociendo su trabajo, lo más obvio podría ser que asistiera a una reunión formal en la que no me imaginaría tal vez desde mis cinco años; quizá una reunión encubierto para verse con otro agente para intercambiar información mientras solo me utiliza como un accesorio más para su disfraz (debo admitir que me ofendería muchísimo, pero lo aceptaría sin rechistar). Fuera como fuera, mi realidad era que no contaba con ropa súper elegante para fingir que también era una agente secreta en mis adentros, solo era una simple panadera, mi ropa habla por sí sola.

Resignada a salir siquiera a la sala de estar, creyendo que con ello él se cansaría de esperarme y se marcharía, me senté al borde de la cama sosteniendo una sudadera un par de tallas más grandes que la que suelo usar. Observé mi entorno aun sin poder creer que estuviera en esa habitación que para mi gusto era bastante lujosa; había objetos que no imaginaba tener en mi habitación, muebles elegantes..., incluso la paleta de colores que componía la estancia combinaba mejor que yo mis atuendos cuando iba a trabajar.

Agente 001: Dynamight [Katsuki Bakugō] Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang