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—¿No vas a decir una idiotez? 

Escuché que me preguntó mientras bajábamos por al asesor ¿Cómo era que ni una maldita persona se subía si era un hotel altamente reconocido? Me hubieran evitado el maldito momento incómodo que pasé en esos cinco minutos en los que llegaríamos a la planta baja del edificio. Mi vista corría hacia delante, mirándome en el reflejo del metal, preguntándome si esa era realmente yo.

Me veía completamente diferente, nunca pensé que un par de tacones haciendo juego con un vestido amarillo sencillo y algo entallado se me vieran tan bien ¿A caso era una especie de ilusión? ¿Un sueño? O quizá todo se trataba de la poca atención que le daba a mi imagen antes de llegar acá. Del maquillaje ni hablemos, podría hacerlo todo el tiempo si tuviera la facilidad y habilidades de Momo para delinearme los ojos en un santiamén, pero les confieso que siempre me levantaba media hora antes de ir al trabajo solo para tener tiempo de cambiarme con jeans sencillos y una sudadera, desayunar y marcharme hasta llegar a la panadería donde antes trabajaba. Ahora que recuerdo, no llevé mi renuncia o avisé que ya no regresaría. Ojalá no me estén esperando con una sanción que nunca recibiré, claro, al menos hasta que termine esta fantasía de los agentes secretos.

No era de aquellas que se molestaban en darse esa manita de gato, no lo hacía hasta que comprendí que mi edad avanzaba cada vez más y mi madre junto a mi abuela me recordaban que el tren se me iba cada vez que cumplía un año más. Quizá no le presté tanta atención viniendo de ellas, pero ahora que me encontraba al lado de un hombre como lo era Bakugo, me cuestionaba muchas cosas al respecto y entre todas esas destacaba la maldita idea de atraer a alguien como él con los malditos atuendos que traje de mi antigua casa. Vamos, esto podría ser una maldita comedia romántica si de pura casualidad Bakugo sintiera cierta atracción por mí y no quisiera verme envuelta entre musicales nefastos en los que realizaría coreografías altamente elaboradas para confesarle mi amor. Bueno, no estaba enamorada de él en ese momento, aun me cuestionaba qué papel tendría él en mi vida y yo en la suya. Él era un maldito agente secreto de Japón, y yo una panadera que se embolsaba algunos panes recién horneados para llevar a casa sin que mi jefe se diera cuenta ¿Cómo podrían coexistir esas profesiones diferentes? ¿Será que yo sería esa especie de secretaria que llevaría el pan en cada reunión de agentes? Quizá la paga no estaría mal, pero no podría conformarme con eso.

—No tengo por qué decirla —respondí llevando mi vista al suelo, deseando que el asesor llegara a su destino de una vez por todas, al menos el bullicio de las personas me relajaría y no tendría que soportar el silencio incómodo que yo misma me provocaba al estar a su lado.

Para mi suerte y fastidio de Bakugo, una señora mayor llamó nuestro asesor dos plantas antes de llegar a nuestro destino. Y como era típico en esas películas románticas que veía, donde los protagonistas no suelen llevarse bien, se interpuso entre nosotros con una sonrisa como si supiera el papel que tenía ahí. Nos saludó con amabilidad, el rubio solo bufó y yo respondí por ambos regresándole mi mejor sonrisa. A partir de ese momento me sentí mejor, más tranquila y aliviada, mientras que Bakugo simplemente comenzaba a desear que el maldito elevador llegara a la primera planta. No podría explicar el por qué tuvo esa reacción repentinamente, pero regresó a la normalidad cuando las puertas se abrieron y antes de que la mujer saliera él me tomó de la mano y caminó conmigo con tanta urgencia hacia la salida. Solo pude escuchar cómo la mujer reía cómplice, quizá se creyó nuestro papel de pareja recién casada, no estoy segura.

Para serles sincera, luego de aquello su paso se volvió lento, tranquilo y yo pude seguirle sin creer que caminaba como Bamby recién nacido. Temiendo que en algún momento mi jodida suerte me llevaría a saludar el piso, me abracé a su brazo asegurándome de no caer mientras "paseábamos" por la calle como una pareja cualquiera, solo que nuestros rostros no eran de meros enamorados y alegres de la vida por estar juntos al fin. Podría decirlo más como que parecíamos una de esas parejas que solo estaban juntas por compromiso, como si a él le hubieran apuntado con un arma mientras firmaba el acta de matrimonio, o a mí, y solo nos quedaba vivir juntos pero no felices el resto de nuestras vidas... en fin, ¿qué podría hacer? ya estaba tan metida en esto como ellos desde más tiempo.

Agente 001: Dynamight [Katsuki Bakugō] Where stories live. Discover now