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—¿Al menos podrías ser menos gruñón?

Sin miedo al éxito bebés. Sin miedo a la muerte. Sin miedo a Katsuki Bakugo.

¿Cuántas veces habría cavado mi tumba ya? No recuerdo si fue cerca de la Torre Eiffel al inicio de nuestro recorrido, en la Av. de la Motte-Picquet cuando nos dirigíamos al museo Los Inválidos, o bien cuando se me ocurrió atravesarme por la calle en plena hora pico para llegar al Arco del Triunfo solo para tener una preciosa foto del lugar. Quizá Bakugo ya me tenía muchas patadas en el trasero preparadas para sancionarme. Pero les confieso que valía la pena verle enfadarse y contenerse en gritarme frente al resto de personas que transitaban por ahí.

Quizá dé café gratis en mi funeral.

Sin embargo, eso no me quitaba la gracia y la soltura con la que caminaba delante de él cual niña emocionada por salir de casa, vagando por el Jardín des Tuileires para llegar al Museo del Louvre. Me sentí más libre y en confianza de poder ser yo teniendo a Katsuki detrás de mí. Si bien sabía que, aun así, en ese día libre, podría correr riesgos que desconocía, contar con su compañía me hacía olvidarme de todo. Si, había dicho que era un idiota, pero quizá todo se debía al trabajo y las presiones que este traía consigo, a eso le sumábamos mi dependencia para estar a salvo de lo que sea que nos amenazaba.

Hacía una brisa fresca que podía indicar que se avecinaba un aligera tormenta por las nubes grisáceas que vi a la lejanía, ahí me di cuenta de que a este hombre no le agradaban mucho las temperaturas frías, pero las soportaba.

Fue entonces que me vi perdida algunos segundos cuando contemplé esa simple acción de usar el cuello de su chaqueta para taparse del frío, mientras miraba a otro sitio con un gesto tranquilo, el mismo que me hizo pensar que este hombre podía ser más que un tipo serio, arrogante y hostil. Detecté un deje de nostalgia en sus fracciones, como si al mirar a donde quiera que lo estuviera haciendo se encontrara con un recuerdo del pasado que anhelaba volver a vivir. La brisa mecía sus rubios cabellos y aquel flequillo en su frente con suavidad gestándome una sensación de calma. Me preguntaba tantas cosas sobre este hombre, qué era lo que le gustaba, cómo era su vida antes de ser un agente y si... hubo una persona a la que quiso.

Y no me di cuenta del momento en que llevó su vista a la mía.

Oi...

Pero no logré escucharle al tener un extraño recuerdo que me llegó de golpe. Había una persona delante de mí, justo como él lo estaba, con una amplia sonrisa, aunque no podía ver su rostro o escuchaba su voz, porque parecía que me llamaba. Y el ambiente estaba distorsionado, en tonos blancos y grises, no podía distinguirlo...

Oi ¿Estás bien? —lo vi tan cerca de mí, que podría jurar que su mirada me regresó el calor que perdí cuando dejé se ser consciente de aquel presente.

—¿Qu-qué sucede? —le pregunté recobrando el equilibrio, sintiéndome desorientada y confundida por lo que vi en mi mente. Lo había catalogado como una especie de sueño, quizá estaba cansada por el viaje.

—Te pregunté si querías ir a comer —repitió, y yo miré a todos lados queriendo buscar algo que no sabía que buscaba—. Pero creo que es mejor que regresemos, además se hace tarde.

—No —me negué en voz alta, temiendo haberla cagado por sentirme débil repentinamente—. Ir a comer está bien.

Katsuki me miró enarcando una ceja y deseé que no optara por marcharnos al hotel por esa simple escena. Aun deseaba ver más o al menos no estar encerrada como en su departamento en Japón.

Agente 001: Dynamight [Katsuki Bakugō] Where stories live. Discover now