Capítulo 7

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Tenía ganas de que llegase este día. Han pasado dos días del cumpleaños de los gemelos y desde que me topé con la versión mejorada de Lola. Hoy es nuestro primer viaje de largo recorrido y duración. Y puede ser definitivo. Comprobaremos de verdad si podemos ser compañeros o no. Porque es cierto que el otro día en mi casa, verla con mi camiseta, en mi cocina, en ese buen rollo con mi familia y conmigo me hizo sentir sensaciones extrañas. Sobre todo, lo de la camiseta. Bueno eso, y lo suave que sentí su piel bajo mis dedos. Me dejó un cosquilleo que no había sentido nunca. Fue extraño. Nunca había sentido esa sensación al tocar a alguien. Provocando la necesidad de volver a hacerlo. Es raro, muy raro, pero tengo ganas de verla. Estos dos días no he podido dejar de pensar en lo pequeño que es el mundo como para encontrármela, en mi casa. He soñado con su cara, si risa cuando hablamos. Lo fácil que se hizo dejar atrás mis malas impresiones del primer día. Es como si mi cabeza hubiese hecho un reset con ella.

Llego a la terminal y aunque siempre voy con la hora pegada, hoy no sé cómo he conseguido salir antes de tiempo. De hecho, en mi casa he tenido que hacer tiempo para no salir antes de la hora. Llevo todo el día acelerado, con ganas de llegar aquí, de verla, de viajar con ella. De olerla. ¡Vale fiera! Eso ha sonado a acosador, enfermo y loco. Sí, cierto, olvidemos lo de olerla. Al llegar me doy cuenta de que están algunos de los miembros de la tripulación hablando. De espaldas a mí, está Lola. Es a la primera que he buscado y sé que es ella porque su uniforme de piloto es distinto al de los demás. Los tacones le hacen unas piernas de infarto y no puedo de dejar de mirar su culo torneado y enmarcado por esa falda de tubo del uniforme. Es redondo y respingón. Y hace que un calor suba por todo mi cuerpo. ¡Dios! Me estoy volviendo loco. Es la primera vez que me pasa esta mierda con una mujer. La primera vez y parezco el personaje salido de una novela cursis de esas que lee mi hermana Sofi.

Agito mi cabeza para quitarme esas ideas absurdas de la cabeza, es mi compañera. En el trabajo nada de relaciones, además de primeras me cayó mal. Igual debería pensar que lo del oro día fue por la tontería de la situación. Seguro que somos totalmente incompatibles. Además, solo es una cría ¿No? Llego a su altura.

— Buenos días — saludo con cordialidad. Me dirijo a todos, no quiero que se crea especial ni nada.

— ¡Hola! — Lola se gira y me mira, sonríe y se lanza a mis brazos. No, no, no — ¿Cómo estás hoy grandullón? — me acaba de dejar sin palabras. O sin reacción, porque parezco un panoli con una escoba metida por el culo. Bueno sin reacción no, porque mis zonas bajas están incomodas de la hostia dentro del pantalón. Se separa y me mira sin perder la sonrisa, se separa del todo y se alisa su ropa mientras habla — Perdón, miarma, me ha podido el momento — Se sujeta un mechón rebelde de pelo dentro del moño y mi cuerpo reacciona de nuevo aumentando mi temperatura corporal un par de grados, por lo menos — Sé que no te gustan las demostraciones de afecto en público — eso lo dice acercando su boca a mi oreja, para que os demás no lo oigan. Me da un codazo y me guiña el ojo — lo dejaremos para la intimidad.

— ¿Intimidad? — niego con la cabeza.

— Tu sobrino Eros, me dijo que en público odias las demostraciones de afecto. Que eso solo con los más allegados y en la intimidad. Bueno que, con las chicas, nunca tienes demostraciones de nada. Porque nunca les has presentado a ninguna chica... especial.

— ¿Hablas con mi sobrino Eros? — No sé por qué, pero me sorprende que hable con él y por otro lado me disgusta que hable con él.

— Bueno, el otro día me llevó a Madrid, después de lo de tu casa. Y él y su hermano me salvaron de las garras de dos babosos. Eso une ¿Sabes? El caso, es que, me dio su número y nos hemos escrito estos días. Ayer incluso desayunamos juntos. Es un encanto. — Ha desayunado con él. ¡Joder! ¿Le gusta? Eso no debe molestarme, pero ¡Joder! Lo hace.

Enséñame a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora