Capítulo 12

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            Mi familia aún no ha llegado y ya estoy nervioso. Sé que Lola y yo no somos más que amigos. Que la he traído a casa a vivir, que aún tenemos que hablar de las condiciones en las que se va a quedar. No quiere caridad, me lo ha dejado claro, pero tampoco quiero ser abusivo. Además, me encuentro a gusto con ella. Me gustaría que hubiese más. Mucho más. Cada segundo que paso con ella, en casa, en el trabajo o en la calle, me gusta un poco más. Estoy cayendo poco a poco en las redes de eso que la gente conoce como amor. ¿Yo? ¿Amor? Jamás me había pasado. Siempre he pensado que eso no es para mí. Nunca he sentido esa atracción, ese cosquilleo que dicen que se siente cuando una persona te gusta más allá. Y tengo miedo. Lola está enamorada de alguien que no debe corresponderla, por las conversaciones que hemos tenido. No sé si ella está abierta a intentar olvidarse de esa persona.

Me echan para atrás muchas cosas. La edad, es la principal. También que le encanta salir de fiesta, beber, los tatuajes, le chiflan los tatuajes. Yo odio todas esas cosas. Pero lo que siento cuando la tengo a mi lado, o me hace reír con sus payasadas, o hace una de sus Loladas. Las he bautizado así, y son esas cosas que le pasan porque es tremendamente torpe. Ayer sin ir más lejos, por la noche, estábamos haciendo la cena. Porque a Lola le gusta cocinar. No se le da muy allá, pero se apaña, estaba cortando unas zanahorias cuando, la zanahoria se escurre, sale disparada hacia la ventana, rebota haciendo caer un vaso con cola que tiene en la encimera. El cual derrama su contenido, este cae al suelo y Lola lo pisa. Y se cae. Se pegó la leche de su vida. Yo me asusté mucho, el cuchillo que tenía en la mano gracias a Dios cayó lejos de ella. Pero, se podría haber hecho una buena. Ella se puso a partirse de risa, dijo que es normal. Una caída la tiene cualquiera. ¡Una caída dice! En fin.

Lola aún está en el baño, me dijo que se iba a duchar y ponerse decente para mi familia. Creo que ella también está nerviosa. Hasta donde sé, ella viene de una familia pequeña. Sus padres y ella. Debo reconocer que he conocido muchas cosas de Lola en estos días, pero de su familia o su vida pasada habla muy poco. Y me gustaría saberlo todo de ella. Pero le daré su tiempo y su espacio. No quiero agobiarla y necesito saber si realmente es factible que ella responda de la manera en que yo quiero. No voy a lanzarme al vacío y destrozarme en el camino.

Yo, ya me cambié y estoy en el jardín montando las mesas. Dalton y compañía están revoltosos hoy y no me dejan ni a sol ni a sombra. Tendré que echarles de comer luego. Lola asoma por la puerta con una taza de café en las manos.

— Buenos días grandullón. ¿Cómo has dormido? — la miro, está preciosa. Lleva un vestido veraniego de color amarillo con estampado de pequeñas florecitas. Por el cuello asoma las tiras de un bikini. Es lo que tiene estar en Julio y tener piscina. Lleva sus gafas de sol fashion extra grandes. Ha cogido mi taza favorita del WoW, le encanta coger mis cosas. Igual que dormir con mis camisetas. Al principio me dio cosa, pero me he acostumbrado a verla con ellas. Y me gusta.

— Buenos días. He dormido bien. Como siempre ¿Y tú?

— Te he echado de menos. Mi cama es muy grande para estar tan sola. — Juro que, si no fuese tan inseguro, dormiría con ella en la misma cama el resto de nuestras vidas. — ¿Tú no me echas de menos? — me pone ojitos.

— Bueno llevo muchos años durmiendo solo. Vamos toda la vida — Quiero restarle importancia al momento. No quiero venirme arriba y llevarme la hostia después. Pero me descubro mirándola de más, recorriendo su cuerpo y una necesidad inunda todo mi cuerpo. Lola es muy coqueta. Cuando la vi en la discoteca me di cuenta de que le gusta gustar. Le gusta que los hombres estén detrás de ella. Y eso es algo normal. Tiene 25 años y está soltera. Veo que cambia su cara a una más seria. ¿Decepción? ¿Tristeza? Muevo mi cabeza ignorando esos pensamientos.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now