Capítulo 11

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            Me despierto con el vaivén de la cama. ¿Vaivén?

Abro los ojos de par en par. Anoche me dormí pensando en Lola. En su actuación de la noche, quedándose en bolas frente a mí. En mi tremenda erección y en como tuve que volver al baño a aliviarme. En la vida he tenido que masturbarme para aliviar nada después de estar con una chica. Pero es que Lola me provoca. No sé si aposta o lo hace sin querer. Pero me pone a cien en menos que canta un gallo. Miro alrededor y veo que Lola está de pie a mi lado, sobre mi colchón dando saltos. ¿Qué hace la loca ésta?

— ¡Buenos días grandullón! — Lola para de saltar y se sienta a horcajadas sobre mí. Su sexo queda sobre el mío. Solo nos separan dos finas capas de ropa ¿No se da cuenta de lo que hace? Quizá, se da cuenta de sobra y quiere Mambo. No, no me voy a hacer ilusiones. — ¿vamos a ir a correr? Tengo muchísimas ganas. — Sin darme cuenta, cojo a Lola por las caderas. ¡Dios es tan íntima esta postura! Me encantaría acabar con la poca ropa que nos separa, pero no debo porque solo pensarlo me va a matar. La agarro más fuerte y se calla. Me mira fijamente y se muerde su labio inferior. Lo está deseando, ¿no lo ves?, No, no quiero hacerme ilusiones. Si doy el paso es porque estoy seguro. Va a vivir en mi casa. No lo voy a tirar todo por la borda por querer echarle un polvo. Cierro los ojos y echo la cabeza hacía atrás. ¿Querer echarle un polvo? ¿En serio? — ¿Estás bien? Quizás es demasiado pronto — abro de nuevo mis ojos y la miro por la ventana sin decirle nada. El sol ya está saliendo. Si nos levantamos ya, podremos salir a correr y volver para la hora del desayuno sin problemas.

— Sí, vale. Me voy a levantar — Lola se lanza quedando tumbada sobre mí y me da un beso en el cuello. Nooooo, ¿por qué hace estas cosas? No quiero ir a correr, quiero tumbarme sobre ella, entrar en ella y correr la maratón entera si hace falta en su interior. Y me manda señales que me confunden ¡Joder!

Me incorporo con ella aún encima. Noto su presión ahí abajo. Ella la tiene que notar también. Se levanta mirándome todo el rato a los ojos.

— Voy a ponerme algo. Nos vemos en la cocina.

Salta de la cama y sale corriendo para cruzar el pasillo y entrar en su habitación. Yo me tumbo de nuevo y respiro hondo. Voy a necesitar paciencia. Mucha, me temo.

Ya me he puesto mis pantalones y mi camiseta para correr. Oigo un grito de Lola. ¡Mierda! ¿Qué habrá pasado?

Llego al salón y veo que Lola está con la boca abierta y totalmente quieta.

— ¿Qué pasa?

— No. Te. Muevas.

— ¿Qué?

— No. Hables. O. Se. Irá.

— ¿Quiénes? — no me puedo creer esto. Miro a mi alrededor, todo parece estar en su sitio. Lola se agacha y veo que se tira al suelo mirando bajo el sofá

Miaw!!

— ¿Dalton? — El nombre sale de mi boca. Claro, no le he dicho a Lola que hay mil gatos a los que alimento y a veces entran en la casa.

Ggrrrr Miaww?

El pobre gato, mi pobre Dalton asoma por el lateral del sofá huyendo de la presencia de Lola. Creo que el grito le ha asustado.

— Lola, levanta. Solo es Dalton. Uno de mis gatos

— ¿Uno de tus gatos? ¿Hay más?

— Sí, hay unos cuantos más. Venga levanta. — me agacho y la ayudo a incorporarse. Dalton está acercándose sigilosamente a Lola — Ven a la cocina. Si le abres una lata seguro que Dalton viene y se hace tu amigo. Si él es tu amigo, Belinda también lo será. Y después los demás también vendrán a ti. Solo tienes que ganarte a Dalton.

Enséñame a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora