Capítulo 23

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            La miro y no dejo de sonreír. Lola está en la cocina, lleva una de mis camisetas, que ya son suyas. Va descalza, le encanta andar descalza por la casa. Está preparando una ensalada ligera para comer. Hoy es nochevieja y es la gran celebración González, de entrega de regalos navideños. Así que, como la cena va a ser copiosa, la comida ha de ser tirando a Light. Para la cena vendrá Eros que nos encargó ir a la compra a por mogollón de cosas, dice que nos hará algo muy especial. Y además nosotros llegamos ayer de madrugada de Los Ángeles, con escala en Berlín. Total, que estamos reventados para ponernos a hacer muchas cosas y hemos dejado la comida en manos de Eros, el postre en manos de mi madre y Azu y la decoración en manos de Lola. Se ha currado esta mañana una de las mejores decoraciones de nuestra historia. Todo en rojo y verde, con muchos cuadros escoceses, que dice que le encantan, dorado y negro. La verdad es que al principio no estaba seguro, pero el resultado es espectacular.

Me acerco por detrás y la abrazo por la cintura, huele genial a esa colonia avainillada y dulce que usa, junto a su gel, haciendo una combinación explosiva para todos mis sentidos. Beso su cuello y ella para de hacer lo que está haciendo. Se gira en mis brazos, se impulsa y se sienta en la encimera.

— ¿Sabes que aquí te vi por primera vez? — me dice acariciando mi cuello con sus manos y atrayéndome hacia ella.

— No es verdad, me viste en el aeropuerto.

— No. En el aeropuerto vi a un sieso. Pero es en esta cocina donde te vi de verdad por primera vez. Me sentaste en esta encimera, me curaste las heridas del pie. Y te comportaste genial conmigo. Y creo que en ese momento me enamoré de ti. — La miro con mil preguntas dibujadas en mi cara.

— ¿Y esperaste dos meses para confesarme algo tan importante? — me acerco más a ella y le beso el cuello delicadamente. Sin prisa.

— Bueno fue un momento perfecto. Luego, lo pensé bien y tenía que comprobar quien eras realmente. Porque ese día me encantaste, pero el día del aeropuerto me pareciste lo peor.

— Y tardaste dos meses.

— ¿Y tú? ¿Cuándo supiste que te gustaba?

— Bueno cuando te vi en mi cocina, con mi camiseta, mi cuerpo se volvió loco. Se le pasó al ver quien eras y me enfurecí, no me caías bien — me da un golpe en el brazo y se ríe — Ceo que en Hawái vi que me hacías sentir cosas. Te vi, no sé, mejor. Pero me costó mucho reconocer que me gustabas.

— ¿Dos meses? — arquea las dos cejas de forma juguetona.

— No, fue mucho menos. Pero nunca pensé que yo te gustase. Pensaba que te gustaba Enzo, eras muy joven para mí y tenemos formas de vida tan distintas, que... bueno ya sabes que no me atrevía a decirte nada — agacho el cabeza avergonzado — Sigue costándome saber que eres para mí — beso sus labios porque necesito sentirlos, necesito saber que sigue aquí.

Esta noche le contaremos a la familia que nos hemos comprometido. Y estoy muy nervioso, en realidad, no tengo motivos porque toda mi familia ha aceptado a Lola desde el segundo uno que se vino a vivir a mi casa. Mi madre la adora, mis sobrinos igual y mis hermanos por supuesto la tratan como una hermana más. Pero estoy nervioso porque cuando lo hagamos será una manera de hacerme consciente de que esto es real. De que no son imaginaciones mías y de que no hay vuelta atrás. Que Lola es mi chica, la mujer de mi vida y será mi mujer para siempre. La madre mis hijos... ¡Espera! ¿Hijos? ¿Y si Lola no quiere tener hijos? Ella es muy joven y quiere vivir la vida y yo no tengo tanto tiempo como ella. Yo No puedo esperar diez años. ¡Madre mía! Mejor no lo pienses ahora o te vas a volver loco. Disfruta ¡Joder! Estás con la mujer que quieres. ¿Tienes que buscar malos rollos a todo?

Enséñame a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora