Capítulo 9

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Noto su cuerpo junto al mío, el roce de su piel, el sonido de los jadeos que salen de su boca, veo sus ojos cerrados sintiendo mis caricias, su espalda se arquea buscando que el roce con mi piel sea mayor. Ardemos juntos. Mi mano recorre cada centímetro de su piel, mi erección duele tanto que no puedo aguantar más.

— Necesito estar en ti Lola

— Y yo te necesito en mí. Hazme tuya grandullón.

Y la hago mía, ardemos entre llamas con un calor abrasador, es brutal lo que siento.

— ¿Javi?

Noto un golpe en el brazo, pero ahora no puedo. Ahora estoy con ella, estoy mejor que nunca.

— ¿Javi?, ¿Javi?

¿Qué está pasando? Lola de repente ya no está bajo mi cuerpo.

Me despierto sobresaltado y abro los ojos mientras jadeo.

— ¿Javi? ¿Estás bien? — Lola está a mi lado, con mi camiseta. Con la que se durmió anoche. Joder ¿Eso ha sido un sueño? Uuuuffff estoy fatal. Me levanto de la cama de golpe y me dirijo al baño. Miro hacia abajo y mi erección es enorme. ¡Qué vergüenza! He tenido un puto sueño erótico. Esa mujer me va a volver loco. ¡En mi vida! ¡Jamás! Jamás he tenido un sueño caliente con nadie. ¡Con nadie!

Entro en el baño, mi respiración está acelerada, no puedo controlarlo. Y mis partes íntimas me duelen, joder. No puedo salir ahí fuera y mirar a Lola a la cara. Me lavo la cara con agua fría y abro el grifo de la ducha. Necesito calmar lo que se ha despertado en mí. Jamás se me ha puesto tan dura. En la vida. Creo que tengo miedo de lo que esta mujer despierta en mí. No solo físicamente, que es brutal, si no en mi persona. Las ganas que me dan de escucharla cuando me cuenta sus cosas, la avidez que tengo por saber más de ella. De su vida pasada, de sus sueños por cumplir, de lo que espera de la vida. Tengo ganas de hacer que ella se sienta a gusto conmigo. Es la primera vez que quiero pasar más tiempo con alguien que no es de mi familia. Y de verdad que me da mucho miedo. Mucho, mucho. Me meto bajo la ducha y me refresco. ¡Dios, como lo necesitaba! Me seco y salgo con la toalla envuelta en mi cintura. Lola está sentada en la cama y me mira.

— ¿Estás bien? Creo que has tenido una pesadilla. Jadeabas mucho.

— Tranquila — madre mía, si supiese el tipo de sueño que tenía y con quien, saldría huyendo de aquí. Y no queremos eso ¿Verdad? No, no lo queremos. — Habrá sido una pesadilla. Pero no te preocupes. Estoy bien.

— ¿Seguro? Te he visto muy alterado al despertarte — me toca la frente y su cara refleja la preocupación — no tienes fiebre ni nada ¿No? — le agarro la mano para quitarla de mi cara

— No tengo fiebre Lola. Estoy bien. Solo quiero dormir, de verdad — La miro. Me tumbo en el sofá y cierro los ojos.

— ¿Vas a quedarte ahí? ¿No quieres volver a la cama?

— Mejor me duermo aquí ¿vale? No quiero molestarte si la pesadilla vuelve — Abro solo un ojo, la miro para comprobar si la he convencido. No lo parece la verdad.

— ¿Seguro? No sé. ¿Sueles tener pesadillas normalmente?

— ¿Qué? No, no suelo. Pero bueno a veces igual las tengo y no lo recuerdo.

— Vale. Esto... me voy a la cama. Si necesitas algo dímelo ¿Vale? — su voz es triste. Como si realmente le diese pena que me quede en el sofá. Viene de dos saltitos hacia el sofá y me da un beso en la frente — Descansa grandullón.

Se levanta y se va. Me quedo tirado en el sofá, cierro los ojos, pongo mi brazo sobre ellos y suspiro fuerte. Tengo que controlarme con ella. Ella solo quiere ser mi amiga, disfrutar de la vida y jamás se fijaría en un viejo carca como yo. Así que, si realmente quiero que se quede en mi vida, aunque sea como amiga y sea una tortura, mi cuerpo debe aprender a controlarse un poquito. Me quedo dormido por fin y descanso.

Enséñame a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora