Capítulo 28

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— ¿Estás bien mi niña? — Lola está realmente rara. Desde anoche lleva vomitando, creo que la comilona de ayer con mi familia le ha sentado mal.

No comimos nada del otro mundo, pero tiene mucha ansiedad. Mañana es mi cumpleaños, 21 de Abril, y tengo programado un vuelo a París. Lola había hecho planes para celebrar mi cumpleaños por todo lo alto. Pero nos ha llegado una circular de la empresa diciendo que Lola debe cubrir la baja de un piloto en otro recorrido y que la han elegido a ella. Es un viaje a Berlín en el mismo horario que el mío. Aunque yo regresaré de madrugada a Madrid y ella debe hacer noche en Berlín. Reconozco que me ha dado mucha rabia, pero imagino que estas son parte de las consecuencias que Paul me advirtió, por nuestro comportamiento en Las Vegas de hace un mes. Mi jefe no se ha comunicado conmigo ni he vuelto a tener noticias del tema. Pero me lo advirtió.

— No te preocupes estoy bien. Me tomaré algo para las náuseas. No te preocupes grandullón.

Le acaricio la espalda y la ayudo a incorporarse. Se cepilla los dientes mientras me mantengo sentado en el váter mirándola a través del espejo. Tiene ojeras y no tiene buena cara. Sé que me preocupo sin razón, que es una tontería, pero odio ver a mi niña en ese estado. Suena mi móvil en la mesilla y me levanto para cogerlo.

— ¿Sí? — ni siquiera he mirado la pantalla.

— ¡Tío! — es mi sobrina Lucía — ¿Estás en casa? Necesito un favor.

— Estoy en casa, pero ya veremos si te puedo ayudar.

— ¡Bien voy para allá! — y cuelga. Así sin más. Increíble.

Oigo una notificación en el teléfono de Lola que ya sale del baño, voy a acercarle el teléfono, pero se me adelanta y lo mira atentamente. Conozco de memoria cada una de las muecas que dibuja su cara y veo una mezcla de horror y miedo. Y eso no puede ser bueno.

— ¿Todo bien? — le preguntó.

— Sí — me sonríe y se guarda el teléfono en el pantalón.

Esto es muy extraño, quizá soy un paranoico, pero desde hace una semana o cosa así, Lola se comporta de manera extraña. Recibe llamadas y mensajes a altas horas de la noche. Cree que no lo veo, pero la veo teclear con nerviosismo y dormir a trompicones. Ella no es así. Duerme como una ceporra y del tirón todas las noches. A veces la llaman, lo coge, pone cara de espanto, responde que no le interesa y luego me dice que era de algún operador vendiéndole algo. Y me lo creo, que anda que no son pesados. Pero los mensajes los contesta.

Quiero pensar, que igual, tiene que ver con su madre y que por eso está nerviosa, pero no me ha contado nada. Y encima pasa lo del vuelo a París y que vaya a pasar mi cumpleaños lejos de ella. Cuando Lola se enteró entró en pánico y además tuvo una especie de ataque de ansiedad. Nunca la había visto tan mal. Quise incluso llevarla a urgencias. Imagínate. Pero Lola me tachó de loco, se puso a reír y consiguió relajarse. Aunque ha estado muy pegada a mí, pendiente de mí y haciéndome el amor más pausado de lo normal, noto que ha levantado un muro entre nosotros. Es una sensación, ya te digo que parezco un paranoico.

— Bien — me acerco y le rodeo la cintura con mis brazos, en un primer momento se tensa, pero luego se relaja y se deja arropar por mi abrazo. — Mi sobrina viene, dice que necesita un favor — Beso su cuello delicadamente y ella tuerce la cabeza ligeramente dejándose hacer.

— Genial. Como no vino a la comida familiar así la vemos. ¿Estaba bien?

— Creo que sí. Creo que tiene que ver con el chico ese que me dijiste que estaba conociendo.

— Mmmm — bajo la mirada, Lola se está mordiendo el labio y noto que se restriega contra mí. Es insaciable. Y yo también.

Estamos en la cocina después de terminar de ducharnos y vestirnos. Lola parece tener mejor cara, le he preparado un café y unas tostadas. Tiene que comer, pues lleva unos días comiendo demasiado poco para mi gusto. Ya te he dicho que la noto rara. Suena el timbre y voy con mi tostada en la boca a abrir. Mi sobrina aparece en el umbral con la cara llena de lágrimas.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now