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Zack.

Que bien se siente despertar así; con una sonrisa en la cara, con esta sensación de calma, queriéndote tanto con la certeza de que me quieres también; bellas son mis noches cuando puedo soñarte, pero mejores son mis días cuando nos miramos, cuando nos besamos, cuando nos abrazamos durante la soledad de la madrugada y amanecemos juntos.

Adoro dormir contigo y sentirme protegido por ti. Adoro que te quedes despierto hasta yo quedarme dormido sobre ti. Adoro la forma tan tierna que tienes al hacerme caricias en la espalda.

Adoro que me abraces durante toda la noche como si tuvieras miedo de que alguien me pudiera arrebatar de tu alcance, y la forma en la que me miras con tus preciosos ojos azules, como si todo tu mundo girara alrededor de mí. Adoro tu forma de despertarme con besos y cosquillas, haciendo que mi típico mal humor de las mañanas desaparezca, y adoro la forma en la que bromeas cuando el monstruo de mi estómago despierta rugiendo por las mañanas.

—No creí que me llegara a gustar un acosador —dice, con su voz adormilada aún, sonando ronca en la habitación y endulzando mis oídos. —¿Acaso no duermes? —sonrió, y en un intento por acomodarse y sentarse aún sobre la cama, me apresuro a acomodarme sobre su pecho para que no pudiera levantarse, aún no.

Me aferré a su torso trabajado, aprovechando los minutos que nos quedaban, tratando de recordar este momento, de recordar su olor tan extrañamente exquisito que desprendía en las mañanas; era él Dios griego del que no creí enamorarme jamás.

Sentí sus manos rodearme también

—¿Pasa algo? —su aliento se sintió en la coronilla de mi cabeza y sus dedos rozaban de un lado al otro mi espalda.

—¿Podemos quedarnos así para siempre? —tuve que ahogar mi desesperación. Necesitaba tanto estar así, sin que nadie se atreviera a interrumpirnos.

Su sonrisa mañanera fue melodía fina para mis sentidos.

—Me encantaría —soltó un suspiro, seguido de unos segundos de meditación. —, Pero no podemos —y su voz decepcionada y cansada, se asemejaba a lo que sentí en el pecho.

Levanté la mirada a su rostro, él me miró de vuelta y en una conexión que solo él y yo conocíamos, acercamos nuestros labios; un beso tranquilo, cargado de la necesidad de no alejarnos jamás, pero también de aceptación y de cariño, de sentimientos profundos que nos concientizan a cuidar uno del otro.

Me aparté de la calidez de sus labios y sin querer abrir los ojos y terminar con este sueño, volví a besarlo. Me correspondió de inmediato, pero mi necesidad no parecía ser igual a la suya. Aunque profundizaba mis labios contra los de él y trataba de encontrar su lengua para que jugara con la mía, el parecía rehusarse a seguirme.

Una queja salió de mi boca y una risa maliciosa salió de la suya.

Me aparté viéndolo molesto, exigiendo una explicación a su negación, después de pasar una grandiosa noche.

—Me encantaría hacerlo de nuevo —sonrió al parecer complacido de verme molesto al dejarme con las ganas de poder estar unidos de nuevo.

—Entonces conecta las palabras con tus acciones —estaba agitado. Lo necesitaba.

Se reacomodó en la cama aun teniéndome sobre él, rodeando su cintura. Me percaté de la posición y aunque sentí que las mejillas me enrojecían de la pena al no darme cuenta del momento en que terminé sentado sobre él, también me elevaba la temperatura al escuchar un leve gruñido salido de la boca del sexi chico debajo de mí que al moverse, nuestros cuerpos friccionaron sin intención. 

𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa) Where stories live. Discover now