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Nathan.

Un hogar no debería ser al último lugar al que quiero llegar. No debería sentir un alivio profundo al notar que la camioneta del neurótico del viejo no está y solo por el hecho de que si hacía falta su carcacha es porque no estaba en casa y tampoco debería esperarme un rato más dentro del auto para que la nueva conquista de mi padre, con la que había decidido criar a una niña insoportable, no estuviera fisgoneando por la ventanas con el único propósito de saber si he llegado a casa. Me importaba muy poco si sus Intenciones eran buenas o malas, a mí no me interesaba en lo absoluto los motivos que ella tuviera, no era mi madre y nunca iba a serlo. Preocuparse por mí no era más que una orden del idiota que se dice llamar mi papá.

No hay ningún movimiento, todo está sereno, silencioso y el viento es el único que sopla con la fuerza necesaria para mover las hojas de los árboles a un ritmo leve. Abro la puerta del carro, guardo las llaves y cierro la puerta de un portazo. Un ruido fuerte dentro de la casa logra hacerme retroceder y activar todos mis sentidos. Había creído que era el único aquí, que el idiota de mi padre no estaba y tampoco su mujer, que tal vez estaban en una reunión de trabajo, haciendo las compras, largándose para siempre o mejor aún, aventándose de un barranco, y que la mocosa los había seguido como la niña buena que todo el mundo dice que es.

Los siguientes ruidos provinieron dentro de la casa, alguien estaba adentro, debía averiguar de quien se trataba, y sin pensarlo demasiado, sin meditarlo un maldito segundo o sin importar lo que fuera a encontrarme del otro lado de la puerta, intenté que esta se abriera rápido. Quizá fueron los nervios, el miedo, el terror cegándome y haciéndome perder la razón que no me permitían abrir la puerta aun cuando la llave estaba dentro de la chapa

En un arrebato impulsivo empujé la puerta con el hombro y mi brazo con todas mis fuerzas al modo bestia logrando que finalmente se abriera. Me adentré a la casa con pasos muy cautelosos y discretos hacia la cocina de dónde se emitían unos quejidos extraños. Crucé la sala, pero no había rastro de nadie, solo una sudadera sobre el sillón de color negra que por el tamaño pude reconocer que se trataba de un varón; mis sentidos se activaron de inmediato, había confirmado que alguien había irrumpido a casa, estaba listo para pelear, no me agrada qué tuviera que hacerlo tan temprano, pero tampoco podía reaccionar como un cobarde perezoso y pedirles «señor ratero, ¿Podían venir a robar más tarde? Es muy temprano».

La ubicación de la cocina estaba a tan solo unos pasos, los ruidos ya habían cedido y la imagen con la que me topé después fue de total impacto. Decir que me dieron ganas de vomitar sería poco comparado con la sensación en mi estómago.

—¡Carajo! —Reaccioné al verlos a ambos en medio de la cocina en una situación que me parecía hasta vergonzoso de pensar.

Me di la vuelta dándole la espalda, quizá en un instinto de darles privacidad.

—Hannah, ¿Qué crees que haces?

Hannah parecía estar de rodillas en el suelo y el chico que seguramente era el dueño de la sudadera de mal gusto, estaba de pie con la mira desencajada y las manos entrelazadas al frente; aquella posición dejaba tanto a la imaginación.

¿Cómo se le ocurría a tan temprana edad hacer ese tipo de cosas y en medio de la casa? ¿Cuántos años tenía? ¿Once?

—No estábamos haciendo nada malo —Pronunció la acusada entre tartamudeos. —Cálmate.

—¿Calmarme? No estás en posición de decirme nada. —Continúe sin voltear y solo hablando por encima del hombro.

Como si hubiera sido luz verde, me di el permiso de poder regañarla y decirle tantas cosas que había querido decirle desde ya hace tiempo. Me cabreaba tanto que todos la subieran al primer nivel del pódium, a lo más alto del pedestal, que dijeran que era un Ángel que iba por buen camino, que el único destruido era yo, que la única persona dulce que valía la pena, que la única que se esforzaba por hacer las cosas correctas era ella y solo ella.

𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora