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Zack.

Estoy inmovilizado, mis pies no reaccionan por más que intento que mi cerebro les dé la orden de avanzar solo unos pasos más.

Siento que la sangre me fluye tan lentamente que se estanca cuál cemento en mis pies hasta sentirme que terminaré desmayándome entre los carros estacionados y la banqueta frente a la alcaldía

No consigo mover un solo músculo ni pronunciar una maldita vocal que me libere de este escondite en el que yo mismo me he metido.

He observado como lo ha golpeado en el rostro, pero estoy tan asustado que no sé qué hacer; la sangre escurre por su labio, esta cae al suelo en gotas gruesas que manchan el sucio pavimento. Su rostro se levanta de una agresión, permitiendo que apenas sea visible su mejilla colorada que está casi cubierta por los rubios cabellos despeinados que se pegan en un lado de su rostro.

—¿Qué carajos hice ahora? —dijo, tocando su labio y enseguida mirando sus dedos con toques de sangre con los que se ha manchado.

—¿Me crees idiota? —lo empujó de nuevo hacia una camioneta algo descuidada para mí gusto, pero con valor importante al ser un estilo algo viejo con un valor económicamente importante por los años de existencia. —Te lo advierto Nathan... —lo señaló, y en el aire quedó contenida toda la frustración.

Quise levantarme, ayudar a Nathan cuando más indefenso estaba y más ayuda necesitaba de mi parte, pero el miedo seguía apoderándose de mi cuerpo, de mi mente y no podía pronunciar si quiera que dejara de lastimarlo.

—¿Qué mierda tienes con el hijo del alcalde? —su feroz voz resonó en todo el estacionamiento, seguido de otro empujón que le propinó a Nathan, estampándolo contra la puerta de la camioneta.

Nathan, retrocedió unos pasos lejos de su agresor, con el rostro en una mueca de dolor por el fuerte golpe hacia su brazo y la sangre manchándole la boca.

—¿Tu nueva esposa sabe que trajiste a una mujer a la reunion? —Pronunció con los dientes manchados de sangre.

—¿De qué carajos hablas?

Su padre iba acercándose, mientras Nathan retrocedía del cazador que no dudaba ni un segundo en golpearlo si es que le daba la gana hacerlo.

—Será mejor que cuides tus palabras, ya cometiste muchas estupideces hoy —respondió directo, sin miedo de como ahora hablaba su hijo.— Algo tienes con ese muchacho —señaló hacia la alcaldía. —Y te lo advierto Nathan...

—¿Qué? —se plantó delante de él, acortando la distancia y el miedo. Nathan, mucho más alto y voluptuosos que su padre, lo retó plantándole cara, lo que solo provocó que su padre se viera intimidado solo un poco por la diferencia de altura y músculo. —Yo no soy quien debe sentirse avergonzado, yo no hice nada malo. Él único que engaña a su mujer, con sabrá Dios quien era la mujer qué trajiste aquí en vez de la mamá de Hannah, eres tú. Mientras tú disfrutas de mujeres, tienes una esposa en casa con su hija esperándote. ¿Ahora dime quién ha cometido más estupideces el día de hoy?

Lo siguiente que pude escuchar no fue una disculpa por parte de su padre, o un "lo arreglaremos en casa" como lo haría la gente moralmente correcta. Si no que un fuerte sonido retumbó con el salvaje golpe que le propinó al golpear el rostro de Nathan, contra el carro que tenían a un lado.

Cubrí mi boca con ambas manos, mientras las lágrimas salían sin parar como fuentes descompuestas con alguna fuga.

—Tienes suerte de que no te mande a un internado militar —expulsó con furia, después de estampar el rostro de su hijo. —Quiero que sepas que vas a ir con el padre de la parroquia, necesitas ir. ¿Lo entiendes? —lo jaloneó del cabello, mientras Nathan, seguía con el rostro sobre el metal del vehículo. — ¿Crees que tus mariconadas son un juego? ¿Crees que no me di cuenta de las miradas en toda la reunión?

𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa) Where stories live. Discover now