24

6 1 0
                                        

Zack.

La luz del sol que se colaba tras mi ventana atravesaba las cortinas en color durazno que habían colocado sin darme cuenta en el momento en que hicieron el cambio hasta esta mañana en qué los rayos solares atravesaron la tela y llegaron directo hacia mi rostro acalorado. Abrí lentamente mis ojos acostumbrándome a los colores brillantes de la habitación y el dolor que se extendió por la parte superior de mi cabeza y se recorrió como una fuerte presión en la parte izquierda, estancándose fuertemente hasta plantarse en mis ojos.

Cubrí mi rostro con el dorso de mi brazo, aguardé solo unos cortos minutos en lo que el dolor se quitaba con solo regular mi respiración y relajarme. Eso hasta que la puerta de mi habitación se abrió sin aviso previo.

—Claro, puedes pasar —pronuncié aún con el rostro cubierto sintiendo que aún me palpitaba la cabeza y el estómago se me revolvía hasta el punto de sentir náuseas.

—Papá ha llegado —escuché la voz de Tiago —será mejor que bajes rápido, no está de buen humor.

Suspiré agotado.

—¿Y cuándo lo está? —desprotegí mi rostro y observé a Tiago parado al pie de mi cama con una mirada nerviosa y con los moretones en su rostro por la pelea anterior.

—¿Qué tienes? ¿Te ha dicho algo sobre...? —le señalé los moretones que coloreaban su rostro pálido.

—No —negó enseguida moviendo la cabeza de un lado al otro con la mirada agachada —me ha mirado extraño, pero no dijo nada —comenzó a juguetear con la cobija que me tenía aún tapado.

Me quité la cobija de encima y bajé los pies al suelo. Sentí el dolor en mi cabeza, pero lo dejé pasar para que todo fuera mental y pronto el dolor se quitara.

—Tranquilo, en cuanto sepa que fue por defender a una amiga —lo miré tratando de buscar su mirada. Levantó el rostro y conectó conmigo —a él le va a parecer bien que la hayas defendido. Olvidará la pelea y te verá como un héroe.

—¿Debo alegrarme por eso? —preguntó algo molesto. Su rostro se mostró disgustado y sus manos soltaron por fin la cobija para llevarlas hacia su cabello desordenado. —Eso no está bien, Zack. ¿Cómo puedes vivir así?

—Solo trato de ignorarlo —me encogí de hombros —y trato de hacer lo correcto la mayoría de veces posible, así no le doy ninguna oportunidad para decirme nada.

—Ni siquiera estás siendo tú mismo —negó varias veces con la cabeza y se alejó de la cama.

—¿Qué dices? —me levanté del colchón sin dejar de mirar sus pasos nerviosos por toda la habitación. —No estoy ocultando nada.

Tiago dejó de caminar de un lado al otro como un ansioso en abstinencia y volteó a verme con el ceño fruncido, el cuerpo erguido completamente y su boca en una fina línea que resultaba total seriedad. Raro en un chico tan alegre y parlanchín cómo lo es mi hermano.

—¿Qué? —caminé hacia donde estaba mi ropa. —¿Por qué me miras así? Estoy hablando muy en serio.

Pasé a su lado para llegar hasta mi armario, sentí la tensión en su cuerpo y una molestia que lo tenía atormentándolo desde ayer.

No quise entrar en discusión, en preguntas y respuestas, esperé a que él se animara por sí mismo a decirme lo que ocurría. Sabía que forzarlo solo terminaría en desacuerdos que desatarían gritos y verdades que al final a ambos consiguen lastimarnos.

Tiago no dijo nada respecto al tema, pero si sobre la ropa que saqué de mi armario.

Meterse con mi ropa era el pan de cada día. Nuestros estilos son tan diferentes, independientemente de la edad que nos distanciaba y marcaba lo que debíamos o no usar, él siempre ha tenido un estilo bastante relajado comprado con el mío.

𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora