26

3 0 0
                                        

Zack.

Nathan está sentado en el capo de su camaro usando unos pantalones de mezclilla que acentúan cada músculo de sus piernas, una playera gris oscuro que combina plácidamente con su ya clásica chamarra con dos pequeños bolsillos enfrente de donde en una sobresale una cajetilla de cigarrillos. Los ligeros rayos del sol se cuelan a través de un cielo que está a punto de ponerse completamente blanco, las luces solares chocan contra su rostro que le hacen lucir hermoso y en su mano adorna un cigarrillo ya avanzado con el que se llena la boca de humo.

—¿Estás listo cariño? —dice Nathan levantándose del capo y sacando humo por la boca.

—Te cambiaste rápido —dije acercándome a su lado. —Me hubiera gustado verte más tiempo con esos pantalones cortos —pronuncié con una sonrisa coqueta que el recibe de inmediato como un perfecto cumplido.

—Creí que te gustaba más cuando me los quitas —dice en un bajo susurro cuando me detengo enfrente de él y puedo sentir su aliento a tabaco golpeándome el rostro.

Trato de sonreír pero solo puedo sentir el olor y las ganas inmensas por arrebatarle el cigarro que aún sostiene entre sus dedos y arrojarlo al suelo; no me lleva ni un minuto hacer lo que tanto pensé, arrojar el tabaco sobre el pavimento y pisarlo con tanta fuerza que termina desecho bajo mi tenis.

—¿Qué diablos fue eso? —me mira boquiabierto para no mostrar que dentro de él le ha molestado mi acción.

—Es muy temprano para fumar, ¿no crees? Estoy seguro que ni siquiera has comido algo —digo cruzándome de brazos mirándolo con tal seriedad que por segundos me siento como si estuviera regañando a mi hermano menor.

Me sacudo la idea de la cabeza y me retiro de enfrente para poder dejar de pensar cosas tan absurdas.

—Deberías desayunar algo antes de fumar esa mierda —suelto con la misma firmeza con la que imaginé en mi cabeza que sonaría en realidad —en un futuro va hacerte más daño de lo que crees.

Lo noto acercarse y aunque intento retroceder para no ceder a sus encantos solo consigo chocar con el capo del camaro y terminar acorralado entre el metal azulado y su cuerpo que golpea libremente mis caderas. Acerca sus manos hacia mis mejillas y pellizcando como si yo fuera un pequeño niño, me mueve la cara de un lado al otro mientras hace una voz más aguda y chillona en forma de burla

—Eres tan tierno cuando intentas cuidarme —hace un puchero con su labio inferior.

Intento quitarme sus manos de mis mejillas, los apretones ya hacían que me doliera el rostro. Logrando que me soltara llevé mis manos de inmediato hacia la zona adolorida para poder masajear suavemente; Nathan se atreve a besarme enfrente de la escuela, en pleno estacionamiento: un beso rápido pero suficiente para sentirlo como un bálsamo sanador.

Se aparta de nuevo dejándome libre de moverme cuando observa que estoy mirando hacia la escuela y después a todo el estacione para verificar que nadie nos haya visto.

—¿Vendrás conmigo? —pregunta acomodándose a un lado, recargando sus manos en el capo y rosando mis dedos contra los suyos hasta entrelazar su meñique con el mío.

El acto me parece de lo más tierno y no puedo dejar de sentirme con cientos y miles de mariposas dentro de mi estómago.

Voltea mirándome directo a los ojos; pude ver ese azul de sus pupilas tan azules como el mismo mar del que tanto temía por su incontrolable ferocidad pero que también me gusta mirar sus olas que se mueven a un ritmo relajante cuando está en calma.

—No quiero que vengan tus amigos con nosotros —se quejó en una repentina suplica que salió de su boca como una clase de berrinche de un niño que lloriquea por un dulce.

𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa) Where stories live. Discover now