Nathan.
Canchas de básquet.
—Llegas tarde —gritó el entrenador.
A un costado de la cancha, con el silbato colgando de su cuello como una especie de collar con un gran dije. El azul del plástico sobresalía de sus dedos y pintó del mismo color sus labios cuando hizo sonar el silbato, el cual sonó en toda la cancha llamando la atención de todos los que pertenecemos al equipo y que habíamos estado corriendo alrededor de la cancha hasta concretar 20 vueltas.
—Hay horarios —volvió a decir el entrenador con voz autoritaria caminando hacia el chico que se acercaba al grupo.
Volteé hacia la persona que apenas se integraba al calentamiento cuando ya llevábamos 15 minutos o más.
—Lo siento —dijo el chico pecoso de grandes ojos marrones como un venado —estaba ocupado en dirección. Sé que no es justificación, pero no tuve otra opción.
—Que no vuelva a pasar —reprendió el hombre deportivo con una tabla de apuntes en sus manos. —Ve a la banca.
—¿Qué? —sonó sorprendido, ofendido tal vez. El pecoso de Thomas no creía que lo habían mandado a sentarse.
Sonreí al escuchar su castigo. Volteé a verlo sínicamente y cruzándome de brazos aún con el pecho subiendo y bajando tratando de controlar mi respiración por el cardio de hace un minuto.
—Entrenador, no fue culpa mía que me hayan tenido detenido en dirección. Quise llegar a tiempo al entrenamiento, pero un idiota... —el entrenador lo miró mal —un compañero —corrigió —, me ha agredido sin razón alguna. Me culpó de algo de lo que no tuve nada que ver. Se comprobó que no fue mi culpa, pero no podía salirme antes.
El entrenador asintió ante la historia que nos tenía a la mayoría de los presentes atentos.
—Ve a la banca —repitió sin mostrar ningún interés por la historia tan interesante del pecoso de ojos de venado asustado.
—Por favor, entrenador —juntó las palmas de sus manos en forma de rezo a un santo vestido con pants y sudadera deportiva.
—¡Ya vete a la banca, Tommy! —gritó alguien del equipo.
Me reí ante el comentario, y dónde antes pude haberlo defendido, ahora estaba incitando al gallinero a hacer desorden.
—¿De qué te ríes, imbécil? —reaccionó molesto direccionando su rabia hacia mí.
Caminó decidido hacia donde me encontraba y sin titubear, caminé con la misma determinación hacia el hombrecillo flacucho que se aproximaba a buscar problemas; en medio de ambos se interpuso el entrenador llevando su mano ocupada por una tabla de madera con un seguro que sostenía hojas con anotaciones de jugadas para el partido, hacia el pecho de Tommy quien insistía en cólera acercarse. Su mano libre me detenía por el pecho mientras otros compañeros intentaban alejarme de la zona de guerra.
—¡Basta Tommy! —le gritó el entrenador justo en la cara.
El peco no se inmutó o intimidó, al contrario continuo soltando sus blasfemias.
—¡Vamos, maricón! —gritó sin quitarme la mirada de encima —¿mucha risa, idiota? ¿De quién fue la idea de mandar a ese don nadie a golpearme? —levantó sus cejas al tiempo que levantó la cabeza en espera de una respuesta mientras se mostraba más alto e intimidante.
Me contuve por una fracción de segundos queriendo recolectar información, pero solo había una persona que me llegaba a la cabeza una y otra vez como posible agresor de Thomas; era el único que tenía motivos grandes para abalanzarse sin pensar en consecuencias.
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𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa)
Teen Fiction"Hoy tuve una oportunidad más para extrañarte, para seguir amándote, para escuchar nuestras canciones, para revivir todo lo que fuimos. Y doliste, doliste como solo podrías hacerlo la última noche de febrero de un año bisiesto." Donde Zack y Nathan...
