Zack.
Por primera vez en dos días me miré en el espejo: mi cabello estaba plano, enmarañado y enredado como si no supiera lo que es una ducha. Mi cara no estaba mucho mejor, había un moretón de color morado oscuro en el lado izquierdo debajo de mi labio, una mancha negra oscura que iba desde la sien hasta el pómulo derecho y una hendidura en el centro del labio inferior, pero no podía recordar de quién. Mi torso no estaba mucho mejor, de hecho era lo más afectado: Mis costillas estaban casi negras por los moretones. Sabía por experiencias pasadas que al menos dos estaban agrietadas, haciendo que cada respiración que tomaba fuera agonizante. Al menos con las ausencias ya evidentes en el baloncesto no tendría que preocuparme con jugar en el equipo y tener que fingir que estoy al cien cuando realmente me siento como si cualquier movimiento brusco me terminaría por romper las costillas. Eso sin darle tanta importancia a las duchas dónde claramente más de uno preguntaría sobre los múltiples hematomas en todo mi cuerpo.
Lo último que quería provocar era más chismes sobre mi o sobre cualquiera que haya estado involucrado en esa noche. Estaba llenando mi límite; el miedo a cometer cualquier tontería me amenazaba cada día con explotar en el peor momento.
—No puedes seguir escondido —habló Tiago entre el ruido de mi cuchara revolviendo azúcar en mi café —¿Puedes dejar de hacer eso? —me miró de mala manera. Al parecer no era el único que había despertado de mal humor.
Dejé la cuchara a un lado y sin responder solo sostuve la oreja de porcelana de la taza y volví a sumergirme en los mismos pensamientos de los últimos días: ¿Cómo estará Nathan?
—¿Por lo menos puedes fingir que estás escuchándome? —su voz se elevó en medio del comedor retumbando en mis oídos. Sus manos estaban sobre la mesa después de haber dado un fuerte golpe a la superficie para llamar mi atención.
Reaccioné ante el sonido de su voz, asentí sin saber que era lo que me estaba diciendo y sostuve la taza de café con ambas manos para llevarla a mis labios y beber un pequeño sorbo amargo.
—Lo siento —dije después de regresar la bebida caliente sobre la mesa —¿Quieres que te lleve a la escuela?
Nuestras miradas se conectaron por unos segundos antes de que Tiago pusiera los ojos en blanco y se levantara de la mesa soltando un gruñido molesto.
—¿Eso es un sí? —pregunté aún sentado viendo como el adolescente se retiraba.
Agarró su mochila, la llevó a su hombro y después volteó a verme como si estuviera esperando algo de mí.
—¿Qué? —volví a preguntar encogiéndome de hombros más confundido que cuando bajé a desayunar, si es que a esto se le podía llamar así. Un simple café caliente y amargo.
—Muévete, tú también debes entrar a clases —me advirtió mi adolescente hermano con aires de adulto mandón.
—Nuestros padres no están, ni siquiera están enterados de que no he asistido estos días. —Me encogí de hombros volviendo a sostener la taza entre mis manos solamente para sentir el calor que desprendía de ella.
—No puedes seguir faltando —me miró con reprimenda.
La seriedad con la que lo pronunciaba solo me hacía pensar que podría llegar a ser un buen padre en un futuro. Siempre preocupado por la educación de sus mini Tiago's científicos.
Asentí sin importarme el mismo discurso de todas las mañanas: no puedes faltar, alguien va a enterarse y se lo reportará a nuestro padre. Tus calificaciones y futuro están en juego.
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𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa)
Teen Fiction"Hoy tuve una oportunidad más para extrañarte, para seguir amándote, para escuchar nuestras canciones, para revivir todo lo que fuimos. Y doliste, doliste como solo podrías hacerlo la última noche de febrero de un año bisiesto." Donde Zack y Nathan...
