1 | La chispa que prende la llama

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♫ Brutal ― Olivia Rodrigo ♫


Quinn.

Creo que voy a terminar dormida sobre el papel.

Llevo horas aquí sentada, tantas que me duele la espalda y temo que puedan quedarme secuelas. Tengo la garganta muy seca y pienso en levantarme y desplazarme hasta la máquina de café, la que está justo al fondo del aula de estudio y que lleva haciéndome ojitos toda la tarde. Me prometí a mí misma que reduciría mi dosis diaria de cafeína, pero supongo que esto es lo que les pasa a los adictos al tabaco que juran y perjuran que no volverán a fumar, aunque poco después los ves llevándose un cigarro tras otro a la boca.

No debería acostumbrarme a funcionar gracias a sustancias estimulantes, lo sé. Sin embargo, mi mente ―y mi cuerpo― no da más de sí. Estoy agotada y exhausta tras revisar tantos y tantos papeles.

Estoy a un solo artículo de investigación más de lanzarme al vacío a través de una ventana.

«Tú has decidido dedicarte a la neurociencia, hermanita. Este es el precio a pagar para conseguir lo que tanto deseas», me recuerda Allison en mi mente.

Resoplo.

Sí, definitivamente necesito ese café.

Me pongo en pie de la misma, aunque primero ordeno bien mi pequeña parcela de escritorio ―en realidad no es mía, pero siempre me siento aquí, es una costumbre que tengo―. Coloco los lápices y los subrayadores en fila y apilo los libros junto con los artículos. Pese a que solo voy a ausentarme unos minutos, me gusta sentir que dejo las cosas en su sitio.

No sé, me proporciona paz mental.

La biblioteca de la universidad de Greenbury es mi espacio seguro en el mundo. Bueno, este y mi habitación, pero en casa no me gusta estudiar porque no me concentro de la misma forma. Siempre, siempre, siempre vengo aquí. Esta biblioteca es el lugar más idílico que he visto nunca, y eso que he viajado mucho por el mundo. No he sido capaz de encontrar algo que se le parezca.

Es belleza en estado puro, el arte en su máxima expresión. Cuando pones un pie dentro, te sientes como Alicia en el País de las Maravillas, salvo que este podría bien llamarse el paraíso de los libros antiguos. Cientos de tomos rellenan cada pasillo y sus correspondientes estanterías de madera, que llegan hasta lo más alto del techo. Los ornamentos que decoran cada esquina y el olor a libro viejo le dan un toque aún más mágico.

Es imposible que la inspiración no fluya en un lugar como este. De hecho, cuando paseo por el largo corredor me doy cuenta de que hay muchas personas tecleando con intensidad en sus ordenadores. Seguro que, entre nosotros, los rezagados que nos quedamos recluidos en el interior de la biblioteca de la universidad, hay escritores cuyos libros viajarán lejos algún día. Debe de ser una experiencia inolvidable dejar fluir las ideas y la imaginación en un sitio como este, que al fin y al cabo cumple con la función de proteger y guardar libros durante décadas e incluso siglos.

A mí, sin embargo, la inspiración no me visita desde hace tiempo. Y ese es un gran problema.

Tengo que entregar un proyecto bueno, ser una de las mejores, si quiero ganar esa beca para trabajar en un equipo de investigación de renombre en la universidad. Llevo años soñando con ello, persiguiendo esa meta que, por alguna razón, cada día siento más lejana.

No debería ser así, pero no puedo controlar mi mente.

Espero que el café me ayude a centrarme y que, aunque eso implique salir muchos días cuando ya ha anochecido y no tener demasiada vida social, en algún momento todas las piezas encajen en su lugar.

Siempre, DiabloWhere stories live. Discover now