8| Un trío peligroso

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♫ Santería― Lola Indigo, Danna Paola, Denise Rosenthal ♫

Quinn

―¡No dejes que quemen la casa!

Eso es lo último que me ha dicho mi hermana antes de salir; tenía otra entrevista de trabajo, así que he cruzado los dedos y le he deseado suerte desde la ventana. Tras sacudir mi mano con energía y ella también lo ha hecho. Sé que estaba nerviosa, la conozco demasiado bien, pero confío en que el destino le sonreirá.

Ha estado buscando trabajo en todas partes. Quiere ayudar a mamá porque con un solo sueldo no nos llega para mucho; sobre todo, queremos que los gemelos puedan llevar el mejor nivel de vida posible. Es cierto que nuestro padre nos envía dinero de vez en cuando, aunque yo de eso no quiero saber nada.

Alisson es la única que aún mantiene contacto con él. No demasiado, pero sí más que yo, que no he vuelto a hablar con él desde hace años. No tengo interés, es solo un capullo. Una mala persona que no quiero tener en mi vida. Pienso que no lo necesitamos; así estamos bien.

Sin embargo, Ali quiere que sus hijos conozcan a su abuelo y no la culpo por ello. Es una decisión muy personal y la respeto, aunque no lo comparta.

Solo espero que Max y Leo nunca aprendan nada de él; no tiene nada que aportarles, salvo dinero y, si algún día lo necesitan, enchufe en el mundo de los ricos. Nada más.

Y Ali lo sabe perfectamente. Solo quiere lo mejor para ellos.

―¡Hora de la comida! ―grito. Ambos aparecen corriendo por la cocina mientras saltan y chillan de emoción. Les brillan los ojitos y eso me hace sentir bien.

Mamá también ha salido, así que estoy sola con ellos. Me consuela saber que esta tarde noche podré recuperar las horas perdidas para hincar los codos en la biblioteca. Trasteando en el ordenador he encontrado algunos artículos nuevos; tal vez eso me ayude a encontrar la idea perfecta.

―¡Tita Quinn... Leo tiene más pastel que yo! ―vocifera Max, enfurruñado. Su hermano le saca la lengua y yo me río.

Esta es una casa de locos, pero somos felices así.

―No es cierto... ―miento. Sí que tiene un poco menos comida en su plato, pero es porque el médico nos recomendó disminuir la cantidad que ingiere para controlar su peso. No es que sea un niño demasiado grande, pero sí mucho más que Leo y que algunos niños de su edad. Cuando nos dábamos la vuelta, robaba alimentos y trataba de disimular.

Simplemente racionamos su comida de otra manera, para que no tenga tanta hambre durante el día y pueda alimentarse bien.

―Si os portáis bien ―añado―, os pondré un capítulo de La casa de Mickey Mouse.

Ambos se miran, emocionados. Les encanta. No pueden ocultarlo.

―¿Prometido?

―Prometido.

Beso sus cabezas, una por una, y les revuelvo el pelo. Después llegan las quejas de nuevo, aunque consigo que terminen todo lo que les queda en el plato. Más bien Leo porque Max no parece tener problema alguno con ello. Al final, les pongo los dibujos en la televisión y ellos se relajan viendo a Mickey Mouse en acción mientras yo aprovecho para revisar un poco el móvil.

Como me temía, tengo unos mil mensajes de Grace. De anoche, de esta mañana... Definitivamente, esta chica no se rinde fácilmente.


«No te vas a escaquear, Quinn Hart. Vas a terminar contándomelo todo, lo quieras o no».


Siempre, DiabloWhere stories live. Discover now