2| Las normas están para romperlas

128 16 77
                                    

♫ cardigan ―Taylor Swift ♫

Quinn

Nada.

Llevo horas encerrada y aún no he sido capaz de escribir más de cuatro palabras en mi libreta. No tengo nada de nada. Ni idea, ni proyecto, ni avances, ni motivación. Así jamás lograré la beca de investigación y tendré que resignarme a aceptar un futuro que no me gusta.

Uno que no es para mí.

Resoplo y tamborileo con los dedos sobre la mesa. Siento que tengo dos ojos clavados en mí; lleva siendo así desde hace varias horas. Miro a mi alrededor y me percato de que casi todos los estudiantes que visitan la biblioteca para concentrarse en sus quehaceres se han marchado.

Salvo él y yo, que aún seguimos aquí.

Mientras me devano los sesos, él se divierte mirándome cual idiota. He decidido contenerme porque, la verdad, no creo que una biblioteca sea el mejor lugar para tener una discusión. Precisamente lo último que me apetece en este momento es eso, montar un escándalo y que nos echen de aquí, aunque pronto llegará la hora del cierre y regresaré a casa con las manos vacías.

Con un poco de suerte, no lo volveré a ver nunca más.

―Ey.

No me lo creo. ¿Me está llamando a mí?

―Tú, pelirroja. No te hagas la sueca, que ya solo quedamos tú y yo aquí.

Lo fulmino con la mirada. Si los ojos lanzasen llamas, uno de los dos estaría ya chamuscado.

―Si no te respondo a lo mejor es por algo, ¿no? ―espeto, cortante―. Ya es tarde y, por lo que veo, no estás estudiando ni haciendo nada; solo pierdes el tiempo aquí. ¿Por qué no me dejas tranquila?

―O sea que me has estado observando... ―comenta.

Este chico va a terminar con mis ganas de vivir.

Lo rodea un aura de misterio distinta al resto. Es como una de esas personas que sabes que esconden algo, un secreto muy bien guardado que jamás encontrarás. Parece inaccesible y, al mismo tiempo, podría ser la persona más cargante sobre la faz de la tierra. Es guapo a rabiar, aunque me enfada pensar eso, con lo furiosa que estoy ya en primer lugar. Debería haber avanzado más y no he podido hacerlo porque se ha pasado la tarde distrayéndome.

―No, por supuesto que no. Tu vida me importa una mierda.

―Ya...

«Respira hondo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...».

―¿Estás contando? ―pregunta, extrañado. Da pequeños golpecitos con el lápiz en la mesa y arruga un poco la nariz―. Qué chica más rara.

―¿He contado en alto? ―Abro mucho los ojos, presa de la vergüenza. Siempre lo hago en voz baja para calmarme, pero es que está crispando mis nervios―. Es algo que suelo hacer cuando alguien decide cargarse mi paciencia.

―Venga, va, no hemos empezado con el mejor pie, lo sé, pero aún estamos a tiempo, ¿no? ―Extiende su mano hacia mí―. Me llamo Ethan. Ethan Wolf. Aunque, en verdad, no me gusta que me llamen así. Prefiero que usen mi mote.

¿Y a mí qué me importa cómo se llama o cómo prefiere que lo llamen? Salvo que no puedo negar que siento algo de curiosidad por saber qué hace aquí a estas horas y, sobre todo, por qué está tan empeñado en molestarme a mí.

Yo, que no llamo la atención, salvo por el color de mi pelo y las pecas que rodean mi rostro, suelo pasar desapercibida en cualquier parte.

¿Por qué no soy invisible para él?

Siempre, DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora