19 | Insaciables

42 3 2
                                    


♫ Bailarina ― Maldita Nerea ♫

Diablo

Bebo agua como si llevase cuarenta días perdido en el desierto, vagando bajo el sol más abrasador.

Tengo la garganta seca, aunque el corazón vibrando.

La energía del público y de la guitarra retumbando contra mi pecho aún me recorren y me hacen sentir muy vivo. Esto es lo que quiero hacer el resto de mi vida. Este es el sueño que no quiero que acabe, la fantasía eterna en la que quisiera vivir. Aunque para ello tenga que marcharme lejos o dejar atrás todo cuanto conozco.

Incluso aunque tenga que hacer cosas que preferiría no hacer.

Y es que los sueños son muy bonitos, pero también muy sacrificados.

Necesito un poco de aire fresco, así que le hago señas a Ross para que sepa que me voy fuera y salgo por la puerta mientras me retiro el sudor del rostro con la manga de la chaqueta. Me alegro de que Quinn se haya ido a casa porque, ahí arriba, en la cima del mundo, mi pensamiento se ha nublado por unos instantes. Todos mis cimientos han temblando cuando se ha acurrucado junto a mí para contemplar las estrellas.

No puedo besarla. No debería. Solo nos haría daño.

Aún más daño.

El aire fresco me acaricia la nuca y cierro los ojos, apoyado sobre la pared del Inferno. Me enciendo un cigarro y, cuando voy a dar la primera calada, tengo que abrir bien los ojos porque siento que he visto un espejismo. Parpadeo, pero nada cambia. Sigue ahí, tan tranquila.

No puede ser. Es demasiado improbable que la pelirroja que tengo al lado sea ella.

Quinn es demasiado responsable y tiene un grado de autocontrol realmente asombroso. Estoy seguro de que en estos momentos estará en la cama, plácidamente dormida. No aquí conmigo.

―Ha sido... increíble.

Me giro en cuanto escucho su voz y lo hago con una sonrisa amplia dibujada en el rostro. Por un momento vuelvo a olvidarme de todo y solo me centro en la electricidad que asciende por mi cuerpo al verla y al escuchar eso de su boca. Le ha gustado. Se ha quedado a ver el concierto y lo ha disfrutado.

Doy otra calada y el humo me nubla la vista por unos instantes.

―¿De verdad?

―De verdad de la buena. Tienes talento. Vas a llegar lejos.

«Vas a llegar lejos».

Sí, pero ¿a qué precio?

―Significa mucho para mí que me lo digas. Y que te hayas quedado ―añado―. Aunque nada superará al momento de la azotea; creo que lo guardaré como uno de mis recuerdos favoritos.

―Suenas más como un angelito que como un diablo.

―Eso ni en sueños, monada.

Se ríe y se acerca un poco más. Por un momento soy capaz de imaginarla cantando y saltando, dándolo todo al ritmo de mi música. Me doy cuenta de que ambos somos parecidos, ambiciosos.

Y, al mismo tiempo, somos la distinta cara de una misma moneda.

Estamos lejos pero cerca, igual que el sol y la luna. Que siempre salen a relucir, aunque no se encuentren.

―Aún queda noche por delante. Aquí cerca hay una feria. ¿Quieres venir?

―Vale, genial.

No puedo apartar los ojos de ella y eso es un problema. Uno muy grande. Porque, cuando sonríe, sé que esta noche será inolvidable. Que ninguno de los dos tenemos ganas de volver a casa. Que hoy somos insaciables.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 03, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Siempre, DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora