6 | Piezas que no encajan

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♫ Whatever It Takes― Imagine Dragons ♫

Quinn

Qué noche más extraña.

Eso es lo único en lo que puedo pensar mientras estaciono el coche en el garaje de casa, ya que la nuestra es algo más grande que las del vecindario de Diablo, y eso que vivimos muy cerca.

Tal vez demasiado.

Cuando me ha pedido que lo llevase en coche jamás imaginé que su casa estaría a dos palmos de la mía. ¿Cómo iba adivinarlo? Es cierto que el camino de vuelta que hemos recorrido lo conozco bien, pero me he distraído mientras charlábamos y pensaba que viviría más lejos, en otro punto de Greenbury.

Sin embargo, nuestras coordenadas se entrelazan las unas con las otras.

«Mejor que me olvide de él; lo más probable es que no volvamos a cruzarnos nunca».

Me aseguro de cerrar bien el coche. Aunque pueda aparcar en nuestro garaje, no me fío, y lo necesito operativo para poder madrugar e ir a la universidad mañana. Sí, sé que es viernes, pero no puedo permitirme ese descanso. A veces, pienso que me machaco demasiado con eso. No es sano vivir con la obsesión constante de pensar que alguien estará estudiando y diseñando un proyecto mejor mientras yo me tomo tiempo para mí. Que mientras aprovecho para dormir o echar una mano con los niños, habrá alguien peleando más fuerte por el hueco en el equipo de investigación.

Y eso me hace espabilar al instante, sacando la motivación de donde no la hay. Al fin y al cabo, los estudios siempre han sido un refugio para mí. Una forma de tomar las riendas de mi vida; es algo que puedo controlar porque se me da muy bien. Sé que tal vez no debería ser así, pero no sé vivir de otra manera.

Además, tengo el don de la curiosidad. Y me apasiona lo que hago. Desde muy pequeñita me hacía preguntas sobre el cerebro; cuestiones que el resto del mundo calificaría como extrañas para una niña. Siempre pedía a Santa Claus que me trajera instrumentos de laboratorio, aunque de juguete.

Mamá fue la primera en intuir que yo era científica de nacimiento.

Los símbolos nunca han sido un problema para mí, todo lo contrario. Por eso siempre cuento cuando me pongo nerviosa; me devuelve el contacto con la realidad.

Investigar el cerebro simplemente me fascina. Sabemos tan poco sobre cómo funciona... Es un universo totalmente distinto y poder formar parte de ese pequeño grupo de personas que lo investigan para descubrir algo más.

Ese es mi sueño.

Introduzco la llave en la cerradura de casa y la giro con cuidado, intentando evitar el ruido para no despertar a nadie. Camino sobre la moqueta con todo el sigilo que puedo; las luces se han apagado ya, así que deben de están durmiendo. Es muy tarde. Sé que mamá se preocuparía por mí si fuese una joven común, pero no lo soy. Yo no llego tarde a casa porque esté disfrutando de las fiestas hasta la madrugada, tampoco bebo demasiado, aún menos si voy a conducir después, y no suelo escaparme por ahí con chicos.

Salvo hoy, que he terminado dentro de un coche con un tío que no conocía de nada. Creo que estoy demasiado cansada, porque en cualquier otro momento de lucidez no lo habría hecho. ¿Y si fuese un secuestrador o algo así? Podría haberse aprovechado de mí.

Mi actitud no tiene mucha justificación, aunque es cierto que no parecía una mala persona, después de todo.

Y a mí me cuesta horrores decir que no.

«Ay, Diablo, Diablo...», pienso, dejando caer un suspiro. ¿Por qué no querrá que lo llamen por su nombre? Es extraño. No sé, Ethan no parece tener nada de malo. No es un nombre feo ni suena mal como para avergonzarse.

Siempre, DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora