7| Solo una noche

37 7 0
                                    


♫ Un Veneno ― C. Tangana, Niño de Elche ♫

Diablo

―Así que no pierdes el tiempo, ¿eh?

Ross da un trago a su cerveza. Aún es pronto para empezar a beber, así que he decidido que mejor me tomo un refresco. Así seguro que me activo para darlo todo esta noche, cuando el pub se llene de público.

A decir verdad, tampoco es que hagamos sold out, pero algo es algo. Sí que suele venir gente a beber, bailar y pasar un buen rato. No llevo más que unos pocos meses trabajando aquí y, aunque me gusta lo que hago y disfruto mucho del calor del público, no es a lo que aspiro.

Yo quiero más; siempre más.

Si cierro los ojos puedo escuchar el rugir del público, los aplausos y el suelo del escenario retumbando bajo mis pies. Soy capaz de respirar los nervios previos al concierto, el ambiente cargado de tensión y hormonas adolescentes que esperan a mi salida. Imagino que conocen de memoria todas las canciones y que cantarán la letra de todas y cada una de ellas; que acudirán con esa persona especial a la que poder expresar lo que sienten o que se fundirán en abrazos eternas con amigas, viviendo la magia de un buen concierto.

¿Y si algún día completo el aforo en festivales? ¿Y si vendo todas las entradas?

¿Qué pasará entonces?

A lo mejor conseguiría sentirme vivo, por fin. Tal vez pueda recuperar la esperanza en la vida, la ilusión. Le dedicaría el éxito a mi hermano, lanzando un beso al cielo. Y olvidaría por una maldita vez al hijo de puta que lo mató.

―Tierra llamando a Diablo... ¿Dónde estás? ―Ross sacude su mano delante de mis ojos y, entonces, le presto atención―. Aquí no, desde luego.

―Lo siento... ―me disculpo de forma torpe―. He dormido fatal, tío.

Las pesadillas, otra vez. Han regresado y parece que tienen intención de quedarse. Me he despertado en plena noche empapado en sudor, con el corazón latiéndome a mil por hora. Era difícil volver a quedarme dormido, claro, así que he cogido mi cuaderno de canciones y he estado dándole vueltas a la canción que comencé a componer ayer.

Le falta algo, pero no sé lo que es todavía.

Y eso, inevitablemente, me ha hecho pensar en ella otra vez. Cierro los ojos y recuerdo su rostro, repleto de pecas. Me río al rememorar su mal carácter.

―Claro, es que después de que una tremenda pelirroja te llevase a casa... Yo tampoco dormiría demasiado... ―Señala su miembro y yo sacudo la cabeza. Con Ross está todo perdido. Es de otro planeta―. No sé si me explico.

―Sí, Ross, has sido muy gráfico.

Mi amigo se ríe. Su estilo es muy personal. Lleva el pelo muy rapado, aunque degradado en distintos niveles, y teñido de un rubio muy llamativo. El piercing de su nariz le regala un aspecto muy alternativo; por no hablar de los tatuajes que recorren sus brazos. Todavía no entiendo cómo no se ha desmayado con tantas agujas perforando su piel.

La verdad es que no tenemos nada que ver. Yo siempre visto de negro y utilizo el cuero como si fuese mi mejor amigo. Las camisetas pegadas, de manga corta, son mi marca personal. Converse blancas y negras. No salgo de ese estilo.

Él lo mismo lleva un bañador de palmeras puesto, que una camisa fosforita o, como hoy, una especie de chándal de estilo americano.

―Tío, ¿qué llevas puesto? Parece que has salido de jugar un partido de baloncesto con los brothers en el Bronx ―bromeo.

Siempre, DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora